Como cualquier discurso marxista, se sustentó en equivocaciones y embustes, denigrando del sistema capitalista que supuestamente ha fracasado porque no ha cumplido la inexistente promesa de perfección en los resultados, lo que, por el contrario, es la base del modelo marxista, manifestación suprema del idealismo y la utopía extrema alejada de la realidad y la naturaleza de la sociedad, sujeta al azar y a la imperfección humana. Para descrestar incautos, se dijo que el modelo de mercado había fracasado porque el país no era perfecto, como ninguno lo es o lo será, y entonces hay que desecharlo. Si tuviesen el valor de mirar las cifras del progreso de este país en las últimas siete décadas en democracia y capitalismo, los efímeros avances de las sociedades comunistas se verían como una demostración de, ese sí, un “perfecto” fracaso, que ahora venden como solución mágica.
Para engañar ingenuos se usaron dos ejemplos con ropaje de conocimiento económico, que manifiestan la ignorancia insondable en estos asuntos. Además del sector financiero, se desprestigió a la economía de mercado, diciendo que, como no es perfecta, había que cambiarla, ensañándose en el economista León Walras, quien usó el concepto de competencia perfecta, no porque existiese, sino porque ayudaba a explicar la influencia de los mercados en la determinación de los precios. Pero como de seguro nunca leyeron a Walras, desconocen que en 1891, en una carta a von Bortkiewicz, advirtió: “La libre competencia es el principal modo de intercambio en la economía real, practicado en todos los mercados con mayor o menor precisión y, por lo tanto, con menor o mayor eficiencia”.
Y, para rematar el concierto de ignorancia, se intentó impresionar al auditorio diciendo que el modelo que seguir para Colombia era el de Corea del Sur, porque hacía unos días les habían leído unos párrafos de un libro —que, confesaron, no leyeron porque ese mismo día lo habían perdido— en donde, supuestamente, se afirma que el milagro de Corea del Sur es el resultado de un Estado que dirige la economía, donde los empresarios son simplemente peones obedientes de los planificadores estatales, al mejor estilo de la Unión Soviética, Corea del Norte, Cuba o Venezuela, los que “sí saben generar riqueza”.
El milagro económico surcoreano, del cual el Estado, sin duda, es un actor importante, fue todo lo contrario al predominio del sector público y la subyugación de la iniciativa privada. Fue el resultado del favorecimiento a la inversión y al establecimiento de enormes conglomerados industriales, conocidos como “chaebol”, con el apoyo de multinacionales estadounidenses, que incluso tienen características de monopolios privados, a los que tanto detestan los comunistas porque son, imaginariamente, los causantes de la desigualdad y la pobreza.
Que Dios se apiade de Colombia.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 22 de agosto de 2022.