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Juan David Escobar Valencia

Hace muchos años, cuando salíamos de casa temprano con temor de no volver en la noche por culpa de una bomba de los narcotraficantes, esperando un vuelo en una sala del aeropuerto de Nueva York, fui al restaurante a tomar algo.

La joven que me atendió, una mexicana, al oírme hablar dedujo mi nacionalidad y sin sonrojarse me preguntó: ¿por qué estábamos persiguiendo a don Pablo, si era un hombre tan bueno y hacía tanto bien por la gente pobre? Estuve tentado a irme sin contestar, pero a los profesores nos agobia ver a jóvenes sumidos en la ignorancia, y le dije que estaba mal informada, el narcotráfico era una plaga con efectos terribles e irreversibles, y que su país, que apenas entraba a hacer parte de este negocio criminal, ojalá no dejara prosperar una lacra tan maligna; de necesitar una muestra, Colombia era la experiencia lejana que servía de ejemplo.

Pero como la experiencia y la mierda ajena nadie quiere tomarlas en sus manos, años después, cuando México se convirtió en un río de sangre, corrupción y debilitamiento institucional más grande que el nuestro, supuse que millones de mexicanos nunca aprendieron de los errores de otros.

Hace ocho años escribí en esta columna: “Separar a la Policía de las Fuerzas Armadas sería cometer el error de los malos administradores para quienes la estrategia sigue a la estructura y no al revés, como debe ser. El negocio criminal y narcotraficante es una bestia bien articulada y compuesta de varias partes que conforman un solo animal integrado exitosamente. Incluidas las organizaciones criminales trasnacionales que aquí parecen ignorar. Dividir a las Fuerzas Militares y la Policía es facilitarles el trabajo a los delincuentes, que integrados trabajan, ya que tendrán como rival a una fuerza pública politizada y ahora institucionalmente dividida”.

Siempre que explicaba esto, decía que México era “la experiencia lejana que servía de ejemplo”. Con una fuerza policial regionalizada bajo el mando de la política, que finalmente siempre es regional, y unos cárteles todopoderosos con dinero suficiente para tomarse los feudos políticos, era imposible pensar que la Policía no terminaría también siendo tomada o, en el mejor de los casos, neutralizada. Pero como la experiencia y la mierda ajena nadie quiere tomarlas en sus manos, ahora se quiere hacer la misma idiotez aquí, con el “argumento” de que así se le devolverá el carácter civil a la policía.

La semana pasada, el camarada presidente de México, Manuel López Obrador, que ya experimentó en carne propia los efectos de tener fuerzas de seguridad fragmentadas enfrentando a enemigos multimillonarios coordinados nacional e internacionalmente, le pidió al Congreso, probablemente tarde, que la Guardia Nacional no quede más bajo mando civil, y dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional para reforzar la militarización de las tareas de seguridad pública.

Cuando alguien no entiende, siendo la realidad contundente, es porque no tiene con qué entender o no le conviene hacerlo porque se beneficia de alguna manera.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 15 de agosto de 2022.

Publicado en Columnistas Nacionales

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