Este 8 de agosto hay que recordar que el Partido Comunista es un movimiento global, cuyo propósito es el establecimiento de la dictadura del proletariado mediante la combinación de todas las formas de lucha. Está dirigido por un pequeño grupo clandestino de revolucionarios profesionales. La democracia representativa, el Derecho, las libertades religiosa, económica y de pensamiento, así como la propiedad privada son, para ellos, mecanismos de las clases dominantes, las cuales deben ser exterminadas. Todo dentro de la revolución; nada, fuera de ella.
El fin justifica todos los medios para hacerla posible, empezando por el terror, que se ejerce de manera implacable para obtener la obediencia de las masas.
Siempre los regímenes comunistas han significado muerte, caos, hambre y despotismo. Un centenar de millones de víctimas, en Rusia, China, Corea del Norte y Vietnam…
En América Latina el castro-chavismo es la corriente vigente. Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia exhiben los horrores del comunismo, y sin embargo Perú, Chile, y ahora Colombia, han elegido personajes leninistas para replicar la experiencia venezolana.
En estos países no se menciona por parte alguna el comunismo. Su nombre es tabú, porque son tantos y tan inocultables sus horrores que nadie votaría por ellos. Tienen entonces que camuflarse con rótulos cándidos, electoralmente atractivos. Así, se presentan como inocentes coaliciones de movimientos pacíficos e inocuos.
En efecto, en Chile son “Convergencia Social”; “Perú Libre” es el partido de Pedro Castillo; en Bolivia, “Movimiento al Socialismo – Soberanía de los Pueblos”; “Frente Sandinista de Liberación Nacional”, en Nicaragua; el “Partido Socialista Unido de Venezuela” es el de Maduro; y ahora llega en Colombia el “Pacto Histórico”.
En agosto de 2018, los medios masivos en este país, infiltrados todos ellos, titularon que la Centro-Derecha Había triunfado sobre el Centro-Izquierda de Petro, en lugar de decir que la libertad había triunfado sobre el comunismo.
Algo hemos progresado hacia el conocimiento de los hechos, porque ahora Petro no es de centro-izquierda sino de izquierda.
Ahora todos en Colombia están hablando solo de izquierda. Entiendo el disimulo tabuítico de los mamertos y también el mecanismo eufemístico de los demás, que hablan de izquierda para no reconocer que ha llegado, para quedarse, el comunismo.
Hacerle el duelo a la democracia moribunda es algo terrible. Por lo tanto, el reconocimiento del hecho fatal será gradual. Llegará cuando la ilusión de que aquí habrá un socialismo democrático se desvanezca ante el avance destructor y rápido de la revolución.
El único consuelo que nos queda es saber que habrá muchos años para el arrepentimiento: los unos, por no haber sabido oponerse eficazmente a Petro; los otros, por haber votado por él.