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Juan David Escobar Valencia

Estamos a una semana de comenzar el verdadero colapso de Colombia, país que a pesar de sus errores y lo mucho todavía por hacer ha avanzado enormemente, así pocos lo sepan o quieran saberlo. La explicación es una “coincidencia” de actores interesados en que no supiéramos que hemos progresado en los últimos 70 años como nunca en la historia de la República.

Los medios de comunicación, muchos de ellos carroñeros que viven de la miseria humana y consideran que las buenas noticias no son noticias, se empeñan en mostrar el lado oscuro de todo, por comprobación o por especulación, que los ciudadanos, cebados durante décadas en ese ambiente de inmundicia, tragan sin masticar.

En el sistema educativo, que junto con la familia son los espacios básicos en donde se forman los ciudadanos, la cosa es peor. La academia mamertizada, formada en la fallida revolución comunista de los sesentas y setentas, sistemáticamente se ha empeñado en hacerle creer a todos, pero especialmente a los jóvenes, que este país es una porquería y que estamos peor que antes. Siempre hablan de problemas, pero no de retos, porque de los retos tienes que encargarte tú, en cambio de los problemas puedes culpar a otros. Se formó una juventud mayoritariamente desagradecida y descontextualizada, ansiosa de derechos, pero alérgica a los deberes.

Esto no es gratuito ni accidental. Cualquier proyecto político comunista de toma del poder incluye la formación de una ciudadanía ignorante del progreso alcanzado, como el de Colombia, que, en setenta años, en democracia y capitalismo, ha logrado avanzar como nunca antes.

Como dejamos que los comunistas impusieran su verdad, incluso en comisiones conformadas por partidarios de los victimarios y no las víctimas, tenemos una sociedad convencida de que, como supuestamente todo estaba mal y empeorando, había que ensayar con unos fracasados que nunca han hecho nada bueno, pero dicen lo que esa sociedad limosnera e incapaz de aceptar sus culpas, solo capaz de buscarlas en los demás, quieren oír. Que todo tiene que ser gratis, que lo que no tienen es porque otros se los quitó y que ellos son víctimas y merecen recibir con intereses esa deuda histórica.

Si esa incapacidad mental y moral, que los convirtió en parásitos, desapareciera por algunos momentos y miraran las cifras reales del progreso de este país en setenta años, tendrían que aceptar que son unos mediocres sin dignidad para exigir algo y, por el contrario, tendrían que decir: ¿en qué puedo ayudar?

Pero eso no va a suceder. Solo cuando el gobierno que inicia haga todos los daños que va a hacer, muchos, en materia grave y algunos irremediables, tal vez aceptarán que se equivocaron, pero habiendo puesto en enorme peligro el futuro de la próxima generación y del país.

Las sociedades parecen tener los dirigentes que se merecen. Bienvenidos al verdadero colapso.

P. D.: Como la libertad de expresión y garantías personales concluyen esta semana, no volveré a referirme a algunos temas habituales en esta columna

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 1° de agosto de 2022.

Publicado en Columnistas Nacionales

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