El título de este escrito surge de haber recordado una de mis lecturas de años mozos cuando comenzó la moda el teatro del absurdo que después se volvió realidad cotidiano, como el libre desarrollo de la personalidad. Luigi Pirandello con su obra “Seis personajes en busca de un autor” fue el padre de ese delirio.
La obra es el escenario en el que el público es confrontado con la llegada inesperada de SEIS PERSONAJES durante los ensayos de una obra teatral del propio Pirandello (El juego de roles) que insisten en ser provistos de vida, contando su propia historia.
Sorprendido, el director de la obra, que se lleva a cabo en el escenario teatral que el público contempla, oye del padre, el personaje recién llegado, lo siguiente: ellos vienen en busca de cualquiera que quiera darles realidad en su obra (la que se lleva a cabo) ya que su problema radicaba en que todos ellos procedían de la fantasía del escritor quien después de concebirlos en su imaginación, no los puso en UN PAPEL REAL; es decir, no los inscribió en una obra teatral.
Por eso están allí, anhelando existir, mostrando su protagonismo, para manifestar o creer en su propio destino. Y como en el teatro (de la vida) no hay ningún autor, insisten para que el director de la compañía los vea y les ayude a dar forma en su drama (y ser conocidos por el público; porque si no se conoce no hay drama)
Se me ocurrió que la vida es un teatro cuyo contenido puede ser cotidiano, absurdo, interesante, aburrido, dramático, heroico. El lío es que el público variado puede percibirlo como drama, siendo una comedia; algo heroico, cuando es delincuencial; algo catastrófico, cuando es una oportunidad; etc. Todo depende del narrador de la historia; de los efectos especiales del teatro; del público seguidor, experto, indiferente, ignorante, etc.
Y los roles de ciertos personajes políticos pueden ser reales o ficticios. A los mandatarios les encanta firmar decretos para sentirse reales. Pero en la percepción del público son REALES cuando se les atribuyen acciones, palabras, pensamientos, silencios, hazañas en un escenario. Desaparecido el escenario, desparece el personaje. Sin embargo, el drama de algunos seres humanos es que quieren ser recordados dizque para existir en la memoria de muchos cuando hoy en día a muchos solo les importa su BENDITA COTIDIANIDAD. Entonces como no hay memoria en las personas cotidianas, ciertos personajes obran de tal manera para que les hagan estatuas; o se inventan un desastre mayúsculo, una revolución; o el tiroteo en una escuela, para que sean recordados mediante el dolor.
Por eso mientras unos quieren ser protagonistas, a otros les encanta el antagonismo. Los que fueron principales en un escenario, odian ser secundarios en otro. Lo vemos en Hollywood y pelean para que les den otra oportunidad; o la primera, siendo un personaje de reparto; es decir, alguien que dice algunas palabras interesantes en determinado momento.
Ahora bien, recuerdo que una vez cuando era profesor de inglés en una multinacional importante, con su presidente, mi amigo, tuvimos esta conversación:
−Pedro, aquí soy Carlos Castro, el presidente de la empresa; cuando me retire dentro de unos meses, seré sencillamente Carlos Castro; y no sé cuál de las dos cosas me gusta más.”
−Le dije: “Decídete, porque sufrirás mucho.”
−Me respondió: “Pero ser otra vez presidente no depende de mí.”
−Entonces aprende a amar tu cotidianidad y verás que la vida será más interesante que la de ser presidente de una empresa con grandes problema que no puedes resolver. Porque el pájaro se hace REAL, cantando; la rosa se ALEGRA siendo bella; el capitalista se REALIZA, haciendo cosas; en cambio el comunista CREE QUE ES REAL, sometiendo a los otros.
Guardó silencio y no volvimos a hablar del asunto. Lo conocía muy bien y sabía que, habiendo vivido en Cuba, se había vuelto un personaje complejo, real a su manera, o que aparentaba serlo. Habiendo sufrido en la isla, expresaba diversas dimensiones y todos sabíamos que encarnaba un conflicto interior importante en relación con su familia que se había quedado. Dadas sus características personales, roles, problemas u oportunidades en diferentes escenarios de la vida estuvo expuesto a tener que sufrir TRANSFORMACIONES a lo largo de su historia personal; un relato que a veces era drama. Sorprendía a los espectadores que éramos todos porque quizá quería que con esa actuación generáramos profundidad, aprendiéramos algo sobre nuestro país; pero a muchos no les importaba lo que pasaba, no opinaban porque, sencillamente, querían conservar el puesto, y había muchos soplones o aduladores buscando méritos.
Lo interesante de esas ‘obras teatrales reales’ es que ocurren a diario en muchos países; sabemos que existen; pero como nos encanta ser protagonistas, no les paramos bolas hasta cuando comienzan a montar el teatro para llevarla a cabo mediante un grandioso estreno.
Por eso no soy comunista porque amo mi cotidianidad. No es un drama para ser estrenado entre fanfarrias. Porque de alguna manera me enseña a mejorar mi entendimiento; a otros los inspira para ser salvadores, como sea; en cambio, muchos seres especiales, para ejemplo de los otros, SANTIFICAN ese desamparo para ellos mismos, sin imponerlo a los otros.
De ahí que observe la cotidianidad de lo que dicen mis labios; si hay sencillez, bondad o respeto; si inspiran fe o esperanza; si alaban, glorifican a Dios y no a las personas; o se estiran en sonrisa con los errores del presidente de turno.
La cotidianidad de mis oídos se deleita con la buena música; con el canto de la mirla, aunque sea un pájaro calculador que nos interroga permanentemente. A veces le pido a mi corazón que me enseñe a amar, a ser desinteresado; otras veces una imagen en mi cerebro ilumina mi cotidianidad con la ausente presencia de algún amigo; o mi padre preocupado por el rumbo del negocio; o viendo a mi madre preparar el almuerzo familiar.
Entonces bendigo a mis padres que me trajeron al mundo, me contemplaron recién nacido, cuidaron a lo largo de la infancia, adolescencia y juventud; y ya en la edad responsable de los 21 años, me impusieron retos para que fuera una mejor persona, habiéndolo aprendido siendo un buen estudiante.
Creo que lo anterior representa la cotidianidad feliz que construye los países. Otros asumieron la cotidianidad de las armas, lo indebido, que han labrado su infelicidad cotidiana que quieren compartir con otros. Para esa desgracia hay un oído universal atento al pedido de una ayuda real, honesta, desinteresada, secreta, anónima, permanente.
Entonces esa voz escuchada llama la atención de alguien que empieza a observar y probar para ver qué es lo que sale realmente de ese corazón desamparado: un cambio de vida real; o la sencilla ayuda para un problema coyuntural. Esos son los actores permanentes del gran drama universal en el que unos están en el escenario y otros son actores en el papel de espectadores; algunos en la política y otros en la vida cotidiana. ¡Ojalá estén inspirados en un buen guión para que les vaya bien en la película multidimensional!