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Alfonso Monsalve Solórzano

Ya todo está prácticamente dicho. Si el mensaje de defensa de la democracia caló en la mente de la mayoría de los ciudadanos que votamos este domingo, estaremos entre las 5 y de la tarde y la 7 de la noche, festejando; de lo contrario, lamentando la derrota, debemos comenzar a prepararnos para el largo invierno que recorrerá Colombia por mucho tiempo.

En mis ya muchos años de vida y de estudio de la política, la lógica y la argumentación, y de analizar por décadas el acontecer político de nuestro país, nunca había visto una campaña tan deplorable como la de Petro; pero, como sí que había tenido múltiples oportunidades de aprender del comportamiento de la extrema izquierda haciendo política, no me sorprende su accionar.

Ya Lenin había enseñado a los bolcheviques, que la verdad sólo es adecuada, si sirve a los intereses del Partido. Stalin ordenó a sus agentes de inteligencia durante la caída de Berlín, hacer un inventario de los atroces métodos de Hitler, para aplicarlos, y vaya si tuvo éxito: fue capaz, mediante el uso de amenazas, torturas, desaparición de la familia, etc., de hacer admitir a los dirigentes que quería purgar porque le hacían sombra, que lo habían traicionado y eran agentes del enemigo, a pesar de ser completamente leales e inocentes. Mao Tsetung acusó de contrarrevolucionarios, y ordenó el asesinado de decenas de miles de ellos durante la Revolución Cultural, a científicos, intelectuales y artistas, porque el pensamiento crítico y libre no podía coexistir con el Libro Rojo, en el cual se presentaban las citas que en su obra destacaban el mesianismo del líder y la imposibilidad de equivocarse si se seguía su pensamiento. Fidel Castro acusó de narcotraficante y fusiló al general Arnaldo Ochoa de la cúpula cubana, acusándolo de narcotraficante, callando que este lo hacía al servicio de Raúl Castro quien mantuvo una estrecha y secreta relación de negocios con Pablo Escobar, según confesó Popeye, en su libro El verdadero Pablo. (Es imposible que Fidel no supiera y no le diese el visto bueno a esa relación).

Esto, para no hablar de las infinitas mentiras, como que no expropiarían la industria de su país, falsas noticias, incriminaciones y montajes que Chávez en su momento y Maduro, después, han hecho en sus escandalosos fraudes electorales o en las agresiones a Colombia y su relación carnal con el narcotráfico de las guerrillas y los paramilitares, mientras intentan desestabilizar las instituciones de Colombia; así como la represión escondida a su propio pueblo y el robo de decenas de miles de millones de dólares de la riqueza venezolana

La izquierda radical de nuestro país ha sido maestra del engaño, la corrupción, la negación de sus crímenes y tiene una habilidad superlativa a la hora de culpar al estado de esto; Petro durante años ha alimentado, junto con sus conmilitones este tipo de actividades. No han secuestrado, sino que retenido; no han prostituido a los niños y a las niñas que reclutaban, sino que los han tenido en una guardería donde han crecido en libertad; no extorsionaban, sino cobraban impuestos revolucionarios; no narcotrafican sino que cuidan a los campesinos.

Pero en esta campaña, todos los vicios de su comportamiento político se potenciaron. Durante los últimos cuatro años, las hordas de violentos que apoyaban a Petro, no asesinan policías, sino que estos les sacan los ojos a los protestantes de la Primera Línea; no destruyen la economía del país, sino que bloquean pacíficamente los puertos y carreteras; destruyen los medios de transporte público en nombre del pueblo, a sabiendas de que este  los necesita para trabajar, estudiar, comprar, vender en sus puestos informales, ir a urgencias o citas médicas, etc.; no adoctrinan a los niños, sino que son neutrales en los jardines y escuelas; no tratan de prostitutas a las mujeres que ejercen críticamente el periodismo, como dice la señora Verónica Alcocer; no hacen una asqueante campaña de acoso y derribo moral y político a sus adversarios- que han practicado desde hace años con el expresidente Uribe y en esta campaña aplicaron a Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández y Sergio Fajardo-, sino que plantean cosas “normales”, como que las guerrillas no secuestraron la hija de su adversario; que hay que producir todo tipo de fake news contra cualquiera que se les oponga, que no recibieron financiación ilegal de las comunicaciones del candidato, por parte de un empresario barranquillero que quería “tender puentes” con la izquierda, con el peregrino argumento de que cuando los financiaron la campaña no había empezado, como si no llevara ya tres años en ella; y, como si fuera poco, guardan un espeluznante silencio cuando las hordas del narcotráfico asesinan al líder indígena Jesús Antonio Montano, mientras a diario denuncian presuntos o reales atentados contra líderes afectos a ellos. Esto para no hablar de la auto-victimización en la que son expertos; en fin, que hay que correr el límite de la ética porque había que ganar como sea.

Mi hipótesis es que se han alcanzado tales niveles de degradación de la moral y la ética públicas, no solo porque han practicado al pie de la letra la combinación de todas las formas de lucha, sino también de todas las formas de negocios, cuando cayeron en el narcotráfico, que por definición tiene la capacidad más corrosiva en el mundo para destruir los valores públicos y privados. Cuando esa combinación letal se presenta, tenemos una campaña como la de Petro, apoyada por narcotraficantes de las guerrillas, los paramilitares, libres o en la cárcel, de los lumpen del microtráfico en las ciudades, de los corruptos como los Ñoños o los Moreno Díaz, de Piedad, de Benedetti y de Barreras; de Guanumen, de Maduro, de Aida Merlano, de Quintero, de todos los innombrables de Colombia.

Si llegamos a perder, no sólo será la dictadura, la expropiación y el empobrecimiento generalizado del socialismo del Siglo XXI, sino la corrupción del Socialismo del Siglo XXI. El peor de los mundos posibles. Estamos avisados. Hay que ganar y resistir pacíficamente para sostener el triunfo, si fuere el caso. No puede haber amenaza que valga el destino de nuestro país y de cada uno de nosotros.

Publicado en Columnistas Nacionales

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