Primero, Petro impone la candidatura de Piedad Córdoba al Senado, a sabiendas de sus conexiones con Maduro, Saad y su extraditable hermano para lavar dinero, narcotraficar y enriquecerse ilícitamente, y cuando la descubren negociando el “perdón social” con los mafiosos en la Picota a cambio de apoyo en la campaña de Petro, la separa de la campaña, pero sigue negociando el tal perdón usando a su hermano en esa cárcel, a espaldas de la opinión pública y cuando también es puesto en evidencia, el candidato, primero defiende el ofrecimiento de impunidad y y luego, ante la condena generalizada, dice, sin sonrojarse que su hermano no hace parte de su campaña, a pesar de múltiples documentos visuales que lo prueban.
Después, se da la infiltración confesa de su abogado Del Rio a la candidatura de Federico (Fico) Gutiérrez, con la intención de “probar” la infiltración del narcotráfico. Y esto, a la vez que Petro y sus compañeros rechazan a la extradición de alias Otoniel, el peor narcotraficante del siglo XXI en Colombia, con el argumento del perdón social, por supuesto.
Y como si fuera poco, en un país en el que la extrema izquierda y la extrema derecha acostumbran amenazar y asesinar a quienes consideran un estorbo, su principal fuerza de choque, el senador Gustavo Bolívar, publicita en las redes un sepelio “simbólico” de el presidente Uribe y del candidato Gutiérrez y se ratifica en el hecho, porque según él se trata de enterrar las ideas que ellos dos representan, con el cinismo del que si hubiese sido al contrario, estaría pidiendo asilo en una embajada y haciendo un gran escándalo.
Coincidencialmente, cuando estos dos últimos escándalos lo tenían contra las cuerdas, aparece una amenaza de muerte contra el candidato del Pacto de la Picota. Por supuesto, toda amenaza de muerte contra Petro -y contra cualquier ciudadan - es repudiable y la condeno totalmente, por lo que apoyo todas las medidas que tome el gobierno para protegerle la vida; pero aquella no ha sido probada; en cambio, ha sido usada para hacer un despliegue de imágenes de protección del candidato con chaleco y escudos antibalas.
Cada cual es dueño de sus miedos y eso no es per se, reprochable; pero el uso propagandístico de Petro en Cúcuta es inevitable: se trata de un candidato amenazado, una víctima del sistema, que apoya a su contrario. Incluso ha insinuado que el uribismo -palabra que usa el petrismo para designar a todos aquellos que se le oponen- está detrás de la amenaza, por supuesto, sin pruebas. En todo caso, no puedo sino recordar que en la historia de Colombia apelar a la victimización ha sido rentable para la extrema izquierda desde siempre. Goebbels ha tenido en ella a uno de sus más acuciosos seguidores. En cambio, cuando se denuncia que hay zonas del país en las que se constriñe a los electores de Gutiérrez y se les ordena votar por Petro, eso no tiene importancia para esta campaña.
A medida que se aproximan las elecciones aumentará este tipo de campaña. Son de esperar más montajes, más ocultamientos, más calumnias, más amenazas, más violencia generalizada, como la que ha protagonizado el Clan de Golfo, o los atentados ejecutados por las Farc o los desórdenes de la llamada Primera Línea, porque Petro y sus seguidores cercanos ya saben que no ganará en primera vuelta; tal como van las cosas hoy, y en su desespero harán lo que crean que tengan que hacer, incluyendo, además, la manipulación de los resultados para torcer la voluntad de los ciudadanos colombianos en esa ronda, porque si no lo hacen, saben que serán definitivamente derrotados en la segunda vuelta .
Esperemos que el gobierno del presidente Duque tome todas las medidas de orden público para disuadir a los violentos, que los partidos de la coalición que rodea a Gutiérrez cumplan su papel en la campaña y en las urnas y que los ciudadanos no se atemoricen. Colombia ha superado el miedo siempre, cuando se trata de defender las libertades y esta no será la excepción.