Las consecuencias de ese descuido están a la vista, Colombia está tomada y el paro armado del Clan del Golfo, que afecta ya a diez departamentos, es una muestra flagrante de ello. Mientras los criminales se muestran cada vez más poderosos, el Estado se conforma con dar unos golpes aislados que no alcanzan a afectar los cimientos de esa sólida estructura que se fortalece con la minería, el tráfico de personas, la extorsión, el secuestro y un largo etcétera.
El presidente Duque se desentendió de su responsabilidad como jefe máximo de las Fuerzas Militares dejando en manos del ministro de Defensa la coordinación del accionar de la fuerza pública sin una estrategia global, la que sí implementó Uribe al comienzo de siglo contando con el soporte del Plan Colombia que se diseñó al final del gobierno de Pastrana.
Mi esperanza se sostiene en que Duque, durante sus giras internacionales, haya logrado alianzas que nos ayuden a terminar definitivamente con el flagelo del crimen organizado, que se ensañó con Colombia, y quede en manos de Federico Gutiérrez la misión que nunca asumió.
La otra opción no podría ser más oscura, convertir a Colombia en un narco estado liderado por un sujeto delirante que no tiene empacho en mostrar sus cartas con el total cinismo que lo caracteriza. A las FARC, al ELN, al Clan del Golfo, a los del pacto de La Picota, al régimen dictatorial de Venezuela y quién sabe a quién más dentro de la transnacional del crimen, ya les ha hecho generosas ofertas a cambio de su apoyo, generando así una alianza del mal que superaría cualquier distopía de esas que se les ocurren a los escritores de ciencia ficción.
Federico Gutiérrez demuestra tener muy claro a qué se está enfrentando. No es simplemente a la caricatura que se ha venido elaborando de su contendor sino a toda la estructura criminal que ha llevado a semejante sujeto a su posición actual tan cercana a usurpar la presidencia como lo han hecho sus camaradas en la región.
El miedo generado por este sujeto y sus compinches, como parte de la estrategia para la toma del poder, puede volverse en su contra si llegamos a tomar consciencia de lo que realmente está en juego, comenzando por entender que no se trata de una cuestión de egos, como en pasadas campañas, sino de posturas políticas que no podrían ser más disímiles. Es la defensa de la democracia ante su gran enemigo, la kakistocracia (el gobierno de los ineptos, incompetentes y cínicos).
Puedo decir con tranquilidad que en ese primer minuto de la entrevista mencionada despeje cualquier duda con respecto al voto que depositaré el domingo 29 de mayo.