Desafortunadamente, el no hacerse esa pregunta, a tiempo, en todos los escenarios que nos toca vivir, COMO LA POLÍTICA, POR EJEMPLO, nos ha llevado a la ‘NORMALIDAD DEL CHICLE’; es decir, que todo se estira y estira, hasta cuando, ya tarde y trágicamente, nos damos cuenta que el hilo del chicle también se rompe. Ahí viene el ¡Mamita mía! En esas está el mundo y la guerra de Ucrania es una advertencia. ¿Se puede aplicar la pregunta a Colombia sobre la brújula moral en relación con las próximas elecciones presidenciales y las decisiones que se deben tomar a tiempo para evitar un mal rato?
Un valioso ejercicio en ese sentido lo hizo el Profesor Moisés Wasserman con su columna “Leyendo una hoja de vida” en relación con la formación académica de un candidato. ¿Pero qué sucede con la formación esencial del ser humano que es la de distinguir entre el bien y el mal cuando vive confundido en un mar de opiniones, estudios y pareceres? Afortunadamente nuestro pueblo no ha perdido ese sentido moral, aunque nos quieran convencer de lo contrario.
Ahora bien, todos sabemos que la brújula es un instrumento imantado que sirve para orientarnos hacia el norte, cuando no hay visibilidad ni referencias. Pero antes de utilizarla debemos asegurarnos de que no esté dañada y aprender a usarla sobre un mapa de caminos y carreteras. Pero ¿cómo se usa una brújula moral en la vida real para decisiones honestas del fuero interno? Necesitamos establecer el NORTE MORAL que es el BIEN REAL Y PERMANENTE que los líderes de Colombia han establecido para hacer de nuestra nación una COMUNIDAD VIABLE Y PERMANENTE hasta la fecha, a pesar de sus dificultades. La sabiduría popular lo resume así: “Más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer.”
La brújula es el cerebro y la memoria instintiva; un sentir espontáneo. Uno sabe distinguir entre una persona buena o mala, a pesar de todos sus errores y fallas; y la sociedad ha sabido puntualizar bien el asunto al distinguir responsablemente entre error o carencia moral e intelectual y delito comprobado y juzgado.
Para saber cómo podemos orientarnos en el confuso mapa electoral actual, necesitamos establecer varias referencias con respecto al ALTO O BAJO RIESGO POLÍTICO del candidato para llevar a Colombia por el camino que SÍ QUIERE O NO QUIERE. Deben ser COSAS BUENAS QUE SE DESTAQUEN en el candidato, fáciles de distinguir y probar con respecto al rumbo fundamental que el país quiere, al igual que las cosas malas para evitar el destino trágico que Colombia viene evitando desde hace rato para retornar ala VIABILIDAD como nación y no caer en el abismo venezolano o cubano.
¿QUÉ NO QUIERE COLOMBIA DE MANERA CONCRETA? Guerra civil, terrorismo, huelgas, vandalismo, expropiación, comunismo con sus variantes, narcotráfico, devaluación de la moneda, falta de soberanía nacional y crediticia, desempleo, el riesgo de leyes que favorecen todo lo anterior. Creo que un 90% los colombianos estamos de acuerdo en este destino sencillo de expresar, pero difícil de conseguir políticamente debido a la falta de claridad y viabilidad de muchos planteamientos.
Ahora bien, las cosas buenas son obvias y han sido descritas y jerarquizadas desde hace rato en la Pirámide Maslow quien las clasificó como satisfacción de necesidades básicas, de seguridad y protección, sociales o de afiliación, de estima o reconocimiento y autorrealización. Cuando se tienen, no se duda de ellas. Pero cuando se necesita dilucidar si alguien puede garantizarlas, ¿qué preguntas HONESTAS debemos hacernos?
- ¿Supone usted buenas intenciones en aquellos con quienes no está de acuerdo políticamente o se siente escéptico? ¿Qué experiencia lo lleva a esa suposición, positiva o negativa?.
- ¿Cómo impactan en su vida las divisiones políticas en nuestro país en este momento? ¿Qué cree que la gente puede hacer para ayudar a cerrar esas brechas?
- ¿Qué no le haría usted a otras personas que no quisiera que le hicieran a usted? En pocas palabras ¿tiene usted la suficiente empatía para ponerse en el lugar del otro y no hacerle daño en ningún área de su vida?
Las preguntas anteriores son de sentido común, pero necesarias para volver a sentirnos responsables de nuestra propia brújula moral en la política y aprender a asumir nuestras decisiones en sus buenos y malos resultados. Para lograr ese objetivo, sus conclusiones deben ser suyas y privadas para ser asimiladas y apropiadas como parte de su pericia política personal; no para influir en otras personas o ser influido en un debate, sino para guiar creativamente su inteligencia, sacar conclusiones para diferentes escenarios y aplicar su uso pragmático.
Sin embargo, no se desanime cuando las cosas que eran brillantes y seguras se empiecen a poner negras, porque en este mundo aparentemente sin brújula, en lo profundo de nuestro ser, como Hijos de Dios, hay siempre un oasis de bondad; confíe en esa brújula propia que lo ayudará a permanecer en el camino de lo correcto y su verdad que lo hará libre para la defensa de su propia autoestima, como ciudadanos responsable y votante.