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Saúl Hernández B.   

No hay duda de que autorizar el homicidio de un ser que ya es viable para la vida extrauterina es una aberración claramente inconstitucional.

El humor de las redes sociales le atribuye a Putin el haber acabado la pandemia de covid-19, no obstante que, en un país como Colombia, aun cobra la vida de un promedio de medio centenar de personas cada día.

Sin embargo, no hay duda de que el déspota ruso puso al mundo entero a hablar de otra cosa, como es la criminal invasión ordenada por él en Ucrania que está tomando tintes novelescos al negar que haya autorizado bombardear ciudades y que ello haya sucedido; que se trata de una «campaña de mentiras y desinformación de Occidente». Ya muchos creen que Putin no es simplemente un cínico, sino que está realmente loco, y ese loco tiene un arsenal nuclear a su disposición.

En Colombia se relegaron temas como el trascendental proceso electoral que se avecina y la atrevida decisión de la nefanda Corte Constitucional de permitir el aborto hasta la semana 24 de gestación, lo que equivale a autorizar la pena de muerte en el país.

Pide esta Corte respeto por sus fallos y acatamiento absoluto de sus decisiones. Pero el respeto no se pide, sino que se gana; y desde hace años las encuestas muestran un alto grado de desconfianza de los colombianos hacia la Corte Constitucional y hacia las demás altas cortes. En particular, una encuesta reciente (Invamer) señala que el 83,2% de los colombianos está en contra de la despenalización del aborto hasta la semana 24.

Pero el almendrón del asunto radica en que la Constitucional se sigue arrogando el derecho de tomar delicadas decisiones que afectan a todos los colombianos a pesar de estar conformada tan solo por nueve miembros por los que el constituyente primario, que es el pueblo, jamás ha depositado voto alguno para un carajo. Es más, esta corporación hace mayoría con solo cinco votos, y esos cinco personajes se creen en verdad dioses que pueden tomar la decisión que les venga en gana y que los 50 millones de colombianos tenemos que acatar. ¡Faltaba más!

Lamentablemente, ese código funesto que es la Constitución de 1991 creó está entidad sin establecer ante quién o quiénes debía rendir cuentas y la dejó como una rueda suelta que actúa por su lado, pero con intereses claramente políticos. Y la Corte Constitucional transgredió desde hace muchos años el propósito para el que fue creada, que era el de vigilar las formas en que se producían y/o reformaban las leyes, a la luz de la Constitución, dedicándose al fondo de las cosas, o sea a legislar, invadiendo las competencias del Congreso.

Es que el aborto no es el problema, ese es tan solo uno de tantos temas. Aunque no hay duda de que autorizar el homicidio de un ser que ya es viable para la vida extrauterina es una aberración claramente inconstitucional. ¿Qué coherencia puede tener el permitir el asesinato de un inocente mientras se rechaza a toda costa la idea de poner en el paredón a 'Otonieles' y 'Timochenkos', o de volver a la zoonosis que se practicaba a los perros callejeros?

La Corte Constitucional, por lo menos cada mes, salta a la palestra con una locura nueva, como si compitiera en una carrera desenfrenada por producir más normas absurdas instauradas sin ninguna discusión de por medio, solo por su iluminación divina. Sin duda, esta corte debe suprimirse, ojalá por mecanismos democráticos. O acaso sea que a Petro no le guste y la borre de un plumazo.

@SaulHernandezB

Publicado en Columnistas Nacionales

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