“La novela se desarrolla en el año 1984 y siguientes en un futuro Londres, parte de una región llamada Franja Aérea 1, «... que alguna vez fue llamada Inglaterra o Britania»2 integrada, a su vez, en un inmenso estado colectivista: Oceanía.
La sociedad de Oceanía está dividida en tres grupos. Los miembros "externos" del Partido Único, los miembros del Consejo dirigente o círculo interior del partido y una masa de gente, a la que el Partido mantiene pobre y entretenida para que no puedan ni quieran rebelarse, los proles (proletarios).
Los miembros "externos" constituyen la burocracia del aparato estatal (de ahí la necesidad de la estricta vigilancia), viven sometidos a un control asfixiante y a una propaganda alienante que los desmoraliza y les impide pensar críticamente. El estado suprime todo derecho y condena a una existencia poco más que miserable, con riesgo de perder la vida o sufrir vejámenes espantosos, a aquellos que no demostrasen suficiente fidelidad y adhesión a la causa nacional. Para ello se organizan numerosas manifestaciones, donde se requiere la participación activa de los miembros, gritando las consignas favorables al partido, vociferando contra los supuestos traidores y dando rienda suelta al más desaforado fanatismo. Solo con fervor fanático se puede escapar a la omnipresente vigilancia de la policía del pensamiento.
Los ministerios son los siguientes:
El Ministerio del Amor (Miniluv en neolengua, la versión castellana lo traduce como Minimor) se ocupa de administrar los castigos, la tortura y de reeducar a los miembros del Partido inculcando un amor férreo por el Gran Hermano y las ideologías del Partido.
El Ministerio de la Paz (Minipax) se encarga de asuntos relacionados con la guerra y se esfuerza para lograr que la contienda sea permanente. Si hay guerra con otros países, el país está en paz consigo mismo. (Hay menos revueltas sociales cuando el odio y el miedo se pueden enfocar hacia fuera, como señala la psicología social).
El Ministerio de la Abundancia (Miniplenty o Minidancia) encargado de la economía planificada y de conseguir que la gente viva siempre al borde de la subsistencia mediante un duro racionamiento.
El Ministerio de la Verdad (Minitrue o Miniver) se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado”.
El próximo año podría ser el comienzo de esta sociedad de pesadilla, descrita por Orwell, en 1949, teniendo en mente los estados totalitarios con la Unión Soviética como núcleo.
Sólo que nuestra versión de 1984 sería peor: no solamente seríamos vigilados por el Gran Hermano del Pacto –partido único-, espiados por las cámaras y el control de las redes sociales por nuestros ministerios del amor y de la verdad e incluso por nuestra familia, especialmente nuestros niños a quienes intentarían lavarles el cerebro; dependientes de una bolsa miserable de comida sólo si garantizamos la fidelidad al Pacto -partido único-, el epitome del pensamiento único y la represión.
Muchos saldrían a las calles a defender el Pacto –partido único- contra los “disidentes” que serán encarcelados, con supresión total de la libertad de expresión, de pensamiento, movilización y protesta, porque sólo existirá el lenguaje políticamente “correcto” del tirano–gobernante, y el país estaría en pie de guerra permanente con nuestros vecinos no pertenecientes al Foro de San Pablo.
Y con millones de colombianos y venezolanos residentes en nuestro país, caminando por Ecuador, Perú, Chile, Panamá rumbo a USA, como una manera de descongestionar el régimen, que usará la salida de nuestra gente para desembarazarse de lo que consideran peso muerto y descargar en otros países el peso de la crisis interna, a la caza de los dineros que los emigrantes envíen a sus familias, tal como ocurre en Venezuela, aunque lo de allá sería un juego de niños comparado con lo que ocurrirá en Colombia.
Ya vimos cómo se aprovecharon de la legítima protesta social para destruir, bloquear, difamar, crear lumpen-revolucionarios aliados con el narcotráfico para intimidar a la gente y adueñarse de espacios urbanos. Sabemos de lo que han sido capaces de hacer en la simbiosis de narco-revolucionarios que sometieron a niños, violaron mujeres, secuestraron a miles de colombianos, destruyeron decenas de poblados, traficaron cocaína, asaltaron el palacio de Justicia, todo a nombre de la defensa de los pobres, que resultaron ser sus víctimas preferidas.
En 2022 no podemos equivocarnos. Los colombianos tenemos memoria, amamos la libertad y hemos rechazado por décadas el totalitarismo. El año entrante no podemos ser inferiores al mayor desafío que tenemos: la defensa de la democracia.