Los que entran y los que salen
Lo cierto es que entre el presidente electo Gabriel Boric (35) y el alcalde en ejercicio Daniel Quintero (41) existen algunas similitudes: ambos son millennials, han alimentado una personalidad avasallante, tienen vínculos políticos con agrupaciones y movimientos violentos y delincuenciales y los dos quieren destruir “lo establecido” en su afán de demostrar su “novedosa” propuesta política, el paraíso definitivo, según su torcida dialéctica. Y los dos son dos “cagones” sudamericanos, emergentes de una apatía política generalizada mezclada con una alienación colectiva resultado de la manipulación de las redes sociales.
Mientras a Boric lo eligió el 30 % del potencial electoral (4.6 millones de votos) y recién empieza su camino, que se adivina pedregoso y peligroso, a Quintero, elegido por 783.820 votos, lo quieren fuera de la alcaldía más de 300 mil firmantes, de los cuales la registraduría avaló 133.248 rúbricas, un 45 % más de las requeridas, que debían ser 91.210.
Desear que a Boric le vaya bien, es una actitud patriótica de la chilenidad y apoyar la destitución de Quintero, quien hasta el momento solo ha generado problemas, un visible deterioro en la estética urbana y un gasto fiscal errático, es una obligación moral para quienes viven y quieren a Medellín.
Marzo del 2022 parecería ser el mes cuando el electo presidente de Chile deberá tomar posesión de su cargo y cuando podría darse la elección de un nuevo alcalde en Medellín. Si ambos caminos siguen el derrotero que la experiencia nos enseña, Chile oficializaría su hundimiento en el abismo venezolano mientras Medellín recuperaría su camino de ciudad limpia, de progreso y de fe montañera, marcando un mentís a la estrategia del Foro de Sao Paulo y a la práctica del Grupo de Puebla, engolosinados con los recientes triunfos de la izquierda continental.
Realidades y tendencias
Algo importante de esta revocatoria en desarrollo es el mensaje que Medellín en particular y Antioquia en general, le están enviando a Colombia y al continente: el conservadurismo progresista, la derecha democrática, tienen en esta región su más firme baluarte, a pesar de los consistentes ataques del gobierno Santos para desestabilizar un entorno político y económico ejemplar para las otras regiones de la nación y contradictor a sus políticas entreguistas ante el poder del narcotráfico fariano.
Colombia mantiene su posición como primer productor de cocaína y Chile ve aumentar el tránsito de narcotráfico en su territorio, ambos países señalando al Crimen Organizado Internacional como actor de gran vigencia en Latinoamérica. El escenario con la posesión de Boric y la eventual revocatoria de Quintero, pues, es un escenario de valor geopolítico en el que Cuba, Venezuela, Nicaragua, principalmente, han desplegados sus agencias y agentes para lograr una desestabilización que está logrando su cometido en Chile y está en veremos en Colombia, en donde a cuatro meses de elecciones se registran 92 masacres, 168 líderes sociales, 48 firmantes del acuerdo de paz matados y un promedio de un miembro de la fuerza pública asesinado diariamente, especialmente en Antioquia.
Si Colombia cae, todo el continente se convertirá en una plataforma de riesgo serio e inminente contra la seguridad territorial de Estados Unidos en cuyo interior, mientras tanto, hierve una turbulencia social animada por organizaciones marxistas leninistas que dicen defender el etnicismo y la ecología, entre otros temas hábilmente explotados como banderas políticas. La seguidilla de logros de la izquierda en Perú, Honduras y Chile no tiene por qué ejemplarizar un camino inexorable que nos lleve a la desgracia y el infortunio a los 46 países del subcontinente. La revocatoria de Quintero, puede animar la reorientación de esta tendencia.