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Ingrid fue secuestrada por las “Farc” y ¿también por la “corrupción”?

Juan David Escobar Valencia

La semana anterior Ingrid Betancourt, la que desconociendo las recomendaciones de las Fuerzas Militares se empeñó en meterse a la boca del lobo de las Farc para sufrir la tortura del secuestro y otras atrocidades que también sufrieron y sufren miles de colombianos que por no ser de la alta sociedad capitalina nunca fueron ni serán noticia, regresó al país a hacer política, como en junio de 2018 cuando vino “desinteresadamente” a hacer campaña por Gustavo Petro, a quien ahora dice ver como un ejemplo del caudillismo y el extremismo ideológico. Pero como la coherencia de Ingrid es tan efímera como la moda estacional parisina, meses atrás decía del mismo Gustavo que era: “una persona que tiene unas iniciativas para Colombia muy interesantes, es un hombre muy inteligente, muy culto, que se ha dedicado a reflexionar sobre el país”. Definitivamente para la politiquería no hay vacuna.

Yo sabía que la mayoría de los adultos que sufren de malaria cerebral, tan común entre los que pasan largas temporadas en las malsanas selvas colombianas, suelen recuperarse sin secuelas neurológicas, pero desconocía de efectos como la incoherencia política y la amnesia selectiva, como la de quien ahora dice que quien la sacó de la selva no fue Uribe sino Santos, su socio en aventuras literarias. Para los amantes de la traición, todo se vale.

La semana anterior, cuando ella anunció la formación del emprendimiento electoral autodenominado “Centro Esperanza”, que cuando vi la foto colectiva de sus miembros recordé el título de la novela de Tom Wolfe, “La hoguera de las vanidades”, dijo que dicho colectivo luchará por salvar al país de las “maquinarias”, con la ayuda divina de “J.F. Cristo”, y de “la corrupción”, que para la franco-colombiana es una máquina opresora ajena a las personas que solo pueden ser víctimas pero ninguna victimaria, pues según ella: “Todos estábamos secuestrados por esa corrupción”, y con un cinismo aterrador dijo, o confesó, que: “nos ha tocado muchas veces actuar dentro de los parámetros de la corrupción”. ¡Qué tal!

Doña Ingrid, como escribí hace un mes en otro medio: “hablar de “corrupción” es equivocado y, así sea de manera involuntaria, es la forma errónea de enfrentar este mal, porque la “corrupción” es algo inmaterial y gaseoso, que pudiera estar en todas partes y al mismo tiempo en ninguna. Yo no creo que el problema sea “la corrupción”, porque lo que sí es tangible e identificable son “los corruptos” y no “la corrupción”, a la que no se le puede meter a la cárcel. Hablar de “corrupción” puede ser políticamente correcto y electoralmente rentable, pero en términos reales te convierte en un “vendedor de humo””.

Doña Ingrid, como dijo Frank Herbert: “Todos los gobiernos sufren un problema recurrente: el poder atrae personalidades patológicas. No es que el poder corrompe, sino que es magnético para los corruptibles”.

Ni en el “Centro Esperanza” se creen las mentiras y vacuidades que promulgan sus miembros.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 06 de diciembre de 2021.

Publicado en Columnistas Nacionales

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