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Alfonso Monsalve Solórzano

En una conversación web tuve la oportunidad de preguntarle al precandidato Rafael Nieto acerca de su posición sobre el vecino país, ahora que Maduro ha decidido abrir la frontera y llamar a los empresarios colombianos a que inviertan allá. Su respuesta fue una declaración de realismo político, que coincide, en términos generales, con la mía.  Por supuesto, las ideas que expondré en este artículo sólo me comprometen a mí.

Es cierto que Venezuela se deteriora a pasos agigantados, pero eso no ha hecho que el dictador salga del poder, en el que se ha mantenido gracias al respaldo de China, Rusia, Cuba e Irán, pero también a la manera como Estados Unidos ha manejado su estrategia con el vecino país. Ni siquiera en el gobierno de Trump se consideró seriamente la posibilidad de una intervención humanitaria y el de Biden, todo parece indicar, se acerca de manera indirecta, pero igualmente diciente, a buscar una solución que tenga en cuenta los intereses del chavo - madurismo, o lo que es lo mismo, a dejar de lado su salida del poder. Aliados de USA como la Unión Europea y Canadá transitan por el mismo camino, pero de forma más acelerada si se quiere.

Mientras tanto, Colombia ha mantenido su política de abierta confrontación con la dictadura venezolana y el apoyo decidido a Guaidó, empeñada en aislarla comercial y políticamente y manteniéndose en que sólo el cambio del régimen de Maduro es aceptable para nosotros.

Y es que Venezuela es la principal amenaza para nuestra seguridad nacional por su apoyo y sociedad con los grupos guerrilleros colombianos a los que les da, además, resguardo estratégico y con los que mantiene un fluido tráfico de narcóticos. También, por el inmenso arsenal chino – ruso – iraní que apunta a nuestro territorio con asistencia militar incluida. Y, por supuesto, por el incremental aumento del flujo migratorio, por el cual aliviamos la presión social del régimen, pero generamos situaciones difíciles en Colombia, agravadas por la infiltración de agentes bolivarianos que trabajan para sabotear nuestro estado de derecho.

Sostener que la única opción aceptable para nosotros en la actualidad es el cambio de régimen, independientemente del análisis concreto de la situación concreta (como enseñaba el mismísimo Lenin, al que debemos estudiar para entender la lógica de nuestros oponentes radicales marxistas) es mantener ideologizadas las relaciones internacionales que sólo deberían guiarse por el principio de que la política exterior ha de obedecer exclusivamente a los intereses nacionales en cada momento histórico.

Si la ideología fuese el criterio decisivo final, USA y China no tendrían intercambios de todo tipo en la actualidad (algo que no excluye las tensiones que se manejan a conveniencia de los intereses en juego); ni nunca, en realidad, hubieran entablado relaciones diplomáticas y comerciales. Si algo enseñaron Nixon y Mao Tsetung era que había criterios distintos, de carácter pragmático, para establecer lazos internacionales, por ejemplo, aliarse para enfrentar una amenaza común, la Unión Soviética. Y antes, Los Estados Unidos y la Unión Soviética, dos rivales ideológicos, se unieron para enfrentar a la Alemania nazi.

 Lo que quiero decir es que hay momentos para la confrontación y momentos para el apaciguamiento. Hoy estamos, insisto, solos en la política de aislar al régimen madurista y cargamos todos los problemas. Continúa la amenaza a la seguridad nacional y seguimos creciendo en el número de inmigrantes.

Todo mundo sabe que Maduro no cambió de opinión por nuestra linda cara. Tiene sus razones y muy grandes: la crisis social se agudiza en Venezuela. ¿Significa que va a perder el poder? La experiencia nos dice que no. Pero nos necesita.

Tenemos, entonces, la oportunidad de mejorar la situación estratégica en la defensa de nuestros intereses nacionales. Podríamos comerciar con ellos y establecer relaciones diplomáticas a cambio de que cesen su amenaza militar y su apoyo a los grupos armados ilegales colombianos, acaben con su intervención en los asuntos internos nuestros y se creen condiciones para terminar la inmigración y repatriar a los venezolanos que quieran regresar a su país. Si su economía se reactiva, podría ser una oportunidad para la nuestra, con las salvaguardias del caso.

El pragmatismo, resultado del realismo político, debe ser la actitud.

Publicado en Columnistas Nacionales

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