Era un debate interesante. El 15 de enero, en un documento de comentarios sobre la economía, el Ministerio de Hacienda lanzó una tesis audaz: que la inflación que siguió a la pandemia se debió a que las empresas privadas “aumentaron sus precios aprovechando un mayor poder de mercado, originado en la presencia de disrupciones de oferta exacerbadas por una creciente demanda”.
Como quien dice: las firmas aprovecharon que había hogares con liquidez –gastaron menos durante el confinamiento y muchos recibieron ayudas del Gobierno–, al tiempo que escaseaban productos tras meses de obstrucciones y enredos en el comercio mundial, en especial por falta de transporte.
Hasta ahí, era un tema de debate técnico sobre una coyuntura muy específica. Pero el presidente Gustavo Petro metió la cuchara y trató de convertir el planteamiento del minhacienda en un artilugio populista. “Como en todo el mundo –trinó en su cuenta de X– la inflación actual, mundial y nacional no tiene como fuente el costo salarial sino el ánimo de incremento de utilidades”.
En su manía de caricaturizarlo todo, Petro pintó a los empresarios como personajes malvados a quienes solo los guía el afán de enriquecerse, y por eso hacen subir los precios. Un comentario puntual del minhacienda sobre una coyuntura particular, el Presidente quiso transformarlo en una ley universal de la economía capitalista.
La ignorancia es atrevida. Como él nunca ha trabajado en el sector real –solo en la burocracia– desconoce lo que todo empresario grande o pequeño sabe por experiencia: que si le sube el precio a su producto, se arriesga a venderlo menos, pues el consumidor buscará otra marca más barata o, si puede, evitará consumirlo.
La inflación, señor Presidente, tiene al menos tres grandes causas. La primera es la escasez: si un producto es difícil de encontrar, su precio sube. Y tras la pandemia, hubo escasez. La segunda es que haya mucho dinero circulando: si la gente tiene plata para comprar, los precios tenderán al alza, y algo de eso había tras el confinamiento. Por eso, los bancos centrales suben las tasas de interés cuando hay inflación. Tratan de limitar el dinero que circula al elevar el costo de endeudarse, y buscan estimular el ahorro, pues empresas y personas son atraídas a comprar bonos o a guardar en su cuenta de ahorros, para aprovechar las tasas altas.
La tercera, algunos economistas la definen como “las anticipaciones”: cuando todo tiende al alza, las empresas se inclinan a subir sus precios para cubrirse ante el aumento de sus costos. Eso incluye los salarios: muchos economistas critican alzas excesivas del salario mínimo, porque incitan a las empresas a anticipar subidas de precios. Pero repito: cuando hay un razonable nivel de competencia, si una empresa sube sus precios, se arriesga a perder cuota de mercado.
El Consejo Gremial, vocero de la empresa privada, hizo un cuestionamiento técnico de fondo al comentario del minhacienda, en el que reparó en las múltiples causas, internas y externas, de la inflación, como los problemas de abastecimiento que siguieron a la pandemia mientras el comercio mundial volvía a la normalidad.
Reparó el Consejo Gremial en un punto indiscutible: los violentos bloqueos en carreteras y ciudades en el primer semestre de 2021 generaron mucha escasez y, en consecuencia, dispararon la inflación. Es bueno recordar que el petrismo, hoy en el poder, incitó y apoyó esos bloqueos, y con ello golpeó el bolsillo de la gente más que cualquier empresario.
Lástima que la ligereza de Petro le bajó nivel al debate. En su diccionario, la Real Academia define la palabra ‘levedad’ como “Inconstancia de ánimo y ligereza en las cosas”. Es lo que hace Petro con el tema de la inflación y con muchos otros. Parafraseando al genial escritor checo Milan Kundera, estamos ante la insoportable levedad del Presidente.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 21 de enero de 2024.