Cada semana asoman nuevas aristas de la compleja personalidad del presidente Gustavo Petro. Sus episodios de desaparición –a veces por enfermedad, muchas veces sin explicación– se hacen más frecuentes: en unos pocos días plantó a la Andi, al Consejo Gremial, a los gobernadores del Pacífico y a las comunidades pobres de Cartagena. Ahora aparece un nuevo filón de su carácter: el mal genio.
Coinciden varias fuentes que lo conocen en que, cuando regresa de sus desconexiones, lo hace invadido por las malas pulgas: regaña, nada de lo que le proponen sus subalternos le gusta y, claro, trina sus mensajes más agresivos y desentonados.
Las primeras víctimas de esa cólera son los funcionarios de Presidencia y los ministros, a quienes advierte y sermonea. Pero a la hora de trinar en X (la antigua Twitter), los dardos envenenados van contra banqueros, industriales, empresas de salud, periodistas, opositores, y muchos sectores más a quienes culpa de todo, y a quienes acusa –sin pruebas– de lo uno, lo otro y lo demás.
Al fiscal general, Francisco Barbosa, le dedica una serie de invectivas, con las que pisotea el respeto que debe reinar entre los poderes públicos, y sin importarle la seriedad probatoria de las denuncias de Barbosa sobre el plan criminal del Eln en su contra.
Ojalá la Corte Suprema, que debe elegir nuevo fiscal en los próximos meses, tome nota: si el mandatario pretende tratar a Barbosa como lacayo, cómo irá a mangonear a uno que le deba el puesto.
Petro cimentó su carrera señalando a corruptos, narcotraficantes, ‘parapolíticos’ y paramilitares. Es curioso que hoy reserve a esas bandas criminales –y al Eln– el mejor de los tratos, con generosas ofertas de rebaja de penas, cese del fuego y mesas de diálogo, todo ello bajo el poco convincente disfraz de una pacificación que solo ha producido secuestros, extorsión y muertos. Para ellos no hay mal genio presidencial.
Más allá de las perdidas –y del ánimo con que vuelve de ellas– hay razones para que el Presidente ande ahora de peor genio. Su mininterior, Luis Fernando Velasco –imitador de Petro en eso de insultar, como les consta a los gobernadores–, no ha logrado reconstruir las mayorías en el Congreso: ha enmermelado a varios representantes a la Cámara no petristas, pero en el Senado la tiene mucho más difícil.
Lo segundo es que Petro va mal en las encuestas. La semana pasada, en el sondeo de Datexco, el Presidente marcó el índice más alto de opiniones negativas desde su llegada a la Casa de Nariño. El 62 % de los encuestados desaprobaron la gestión presidencial, mientras solo 32 % la aprobó.
Y lo tercero es la economía. Hasta hace pocas semanas, al candidato petrista a la alcaldía de Bogotá, Gustavo Bolívar, se le llenaba la boca hablando de los buenos resultados económicos del Gobierno. Pero la reciente divulgación por el Dane del abrupto frenazo del crecimiento económico en el segundo trimestre (un casi nulo aumento del 0,3 %) le tapó la boca a Bolívar.
A manera de comparación, cuando Iván Duque culminaba su mandato, el segundo trimestre de 2022 marcó 12,6 % de crecimiento, cifra que certificaba una notable recuperación pospandemia.
La industria manufacturera y la construcción, motores del empleo formal, han vivido sucesivas caídas en 2023: las manufacturas registraron -6,4 % en abril, -3,4 % en mayo y -4,8 % en junio. Las ventas de vivienda cayeron 53 % en el semestre, con un derrumbe de 56 % en las de interés social. Un dato más: en el segundo trimestre, la inversión en bienes y servicios se desplomó 24 %.
Los expertos sostienen que los malos indicadores económicos van a seguir, como es probable que pase con las encuestas del Presidente y con la falta de mayorías del Gobierno en el Congreso. Y nada indica que las desapariciones presidenciales vayan a terminar. En consecuencia, todo está dado para que el Presidente siga con la piedra afuera.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 27 de agosto de 2023.