Durante 78 años la Universidad ha sido coetánea al progreso del Departamento y vital para su desarrollo. Su inefable labor explica muchos de los logros y avances de la región.
La inestimable contribución al desarrollo prodigada por sus estamentos, profesores y egresados, ha sido determinante para alcanzar la realidad presente. Baste tan solo imaginar, cómo sería de precaria la situación social, económica y empresarial del Valle del Cauca y de su olvidado Pacífico, sin su edificante influencia.
La Universidad ha sido un campus abierto al conocimiento, la ciencia y la investigación, que ha servido de foro democrático para ideas, ideales e ideologías de todo tipo de matices y vertientes. Su historia llena de realizaciones arroja un formidable balance que merece el reconocimiento de la región y de la nación entera.
Ni la insuficiencia financiera que por momentos ha padecido, ni la miopía invencible de algunos gobernantes frente a su futuro, ni la conducta execrable de exiguas minorías criminales que han tratado de utilizar sus campus para subvertir y desafiar su orden institucional y a la democracia misma, han logrado mancillar su historia.
Ahora la Universidad se apresta a enfrentar los nuevos retos y desafíos que plantea la modernidad, la innovación, la productividad y la competitividad, así como la exigencia de una sociedad ávida de profesionales íntegros, capaces y solventes para resolver problemas inveterados y presentes, que estén preparados para articular los cambios que impone el avance tecnológico, y decididos a aniquilar la corrupción, la mediocridad, la resignación y el conformismo que agobia a la región y la nación.
Para asegurar la continuidad de tan demandante labor, es necesario que la dirección del Alma Mater siga en manos de profesionales ajenos a la política partidista y a ideologías regresivas o retardatarias, que sean auténticos líderes visionarios, poseedores de sobresalientes capacidades y merecimientos, que tengan comprobada experiencia en la dirección de grandes organizaciones, y que sientan devoción, pasión y fervor por la labor más preciada en las sociedades cultas y desarrolladas, como es la Educación.
Para que alguien a futuro aspire a ser Rector de la Universidad, no le debe bastar tan solo exhibir títulos académicos; se requiere tener notoria autoridad y notable reconocimiento y respeto en la comunidad.
La Universidad necesita estar bajo la orientación de profesionales adelantados, con avezados conocimientos del entorno social y económico regional, nacional e internacional, poseedores de agudo y esclarecido pensamiento pragmático y prospectivo, y de señalada capacidad gerencial, administrativa, legal y financiera.
Dado el rezago y los desafíos que en la actualidad afronta la educación superior pública, la Universidad debe seguir avanzando en su fortalecimiento institucional y en favor de su modernización tecnológica, para así lograr su reposicionamiento y la plena restitución de su prestigio, de manera que no deje de ser faro orientador del presente y guía segura para el futuro de una sociedad, la que ahora se muestra desorientada, confundida y amenazada por el populismo regresivo y por el anacrónico y fallido comunismo.
Honor, salud y larga vida para la Universidad, y también para quienes fueron o en la actualidad son sus profesores, al igual que para todos sus alumnos y exalumnos.
De igual manera, honor, reconocimiento y eterna gratitud a quienes han sido sus rectores, entre ellos, su promotor y primer Rector Tulio Ramírez (1945-1949); Mario Carvajal (1954-1966); Alfonso Ocampo Londoño (1966-1971); Álvaro Escobar Navia (1974-1979); Antonio Barberena Saavedra (1979-1980); Rodrigo Guerrero Velasco (1982-1984); Harold José Rizo Otero (1984-1991); Emilio Aljure Nasser (1998-1999); Óscar Rojas Rentería (1999-2003); y, a su actual Rector desde el año 2015, Edgar Varela Barrios.
Ojalá que el nuevo Rector merezca estar en tan selecto cuadro de honor.
Si algo me produce satisfacción, honor y orgullo, es ser Profesor Universitario y en especial, desde hace 18 años de la Universidad del Valle.
Que nadie se equivoque, la educación es la fuente del respeto, el orden y la justicia, y solo de ella dimana el progreso, el desarrollo y la verdadera Paz.
¡Qué viva la Universidad del Valle, para que viva el Valle del Cauca!
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Magistrado del Tribunal de Garantías y Vigilancia Electoral del Valle del Cauca. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.