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María Bibiana Botero 

Es delirante el nivel de agresividad y temeridad del discurso del Alcalde de Medellín.

Acusaciones infundadas, sin pruebas, irresponsables, mentirosas y peligrosas que lanza en redes sociales, en contra de quien no responde o avala sus intereses, van en contravía de las urgencias de esta ciudad, de los dolores y necesidades de los medellinenses.

Esos ataques, amparados por el poder y la dignidad del cargo que le da ser el Alcalde de la segunda ciudad más importante de Colombia, parecen defender una agenda particular, electoral, para servirse y no para servir. En un país democrático, amparado por la Constitución y las leyes, si lo que dice el mandatario en redes sociales es verdad, está obligado a acudir a instancias judiciales para que investiguen. De lo contrario hace un daño irreparable a personas, organizaciones, empresarios y miles de trabajadores a quienes, sin prueba alguna, les ha dicho, entre otros, mafiosos y corruptos, e incluso ha insinuado una posible participación en un atentado.

La gran tarea de un alcalde es solucionarles los problemas a los ciudadanos y no sembrar odios: en Medellín tenemos 375 mil personas en condición de pobreza y 125 mil habitantes en indigencia; 27 % de los hogares no tiene las tres comidas diarias, y la mitad de los jóvenes, que debería estar en décimo y undécimo, no están matriculados.

Esta es una ciudad que cuenta con recursos, un presupuesto generoso que viene de nuestros impuestos y de las transferencias de Epm: 7 billones de pesos anuales. Sin embargo es común escuchar que no hay plata para la primera infancia, tampoco para la infraestructura de los colegios, o que la educación superior está desfinanciada. Lo gritaban los estudiantes del Itm afuera de la Alcaldía: “hay plata para Twitter y no para estudiar” y, recientemente, ha habido denuncias sobre atrasos en el pago de la nómina a los empleados de los entes descentralizados. Se suma el aumento en la percepción de corrupción que tienen los medellinenses en el manejo de los recursos públicos. ¿A dónde se va la plata para atender la agenda social de Medellín?. Es una pregunta sin respuesta.

Después de tres años en el poder, el libreto de que todos los problemas de la ciudad vienen del pasado y que las soluciones vendrán en el futuro se queda sin sustento.

Medellín ha sido testigo de una administración que le restó importancia a la estabilidad en los cargos públicos para impulsar candidaturas. Tener aspiraciones políticas es legítimo, pero hay que hacerlo con coherencia, sensatez y respondiendo al mandato para el que fue elegido: entregar una mejor ciudad de la que encontró.

Nuestro talante ha sido y es el de persistir y salir adelante. Es sano plantearnos una profunda autocrítica sobre qué nos trajo hasta este punto, qué podemos hacer mejor, a quiénes elegimos y cómo hacemos seguimiento ciudadano y control a su gestión pública. Es tan fácil destruir y tan complejo construir. La ciudad es frágil y muy vulnerable, ha sido maltratada y está adolorida. No necesita más delirios.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 21 de noviembre de 2022.

 
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