En la Medellín de hoy, según esta encuesta, 40 % de las familias en Aranjuez, Manrique, Popular y Santa Cruz, nororiente de la ciudad, se va a la cama sin una de las tres comidas diarias. Este mismo dolor de inequidad lo viven dos de cada diez medellinenses. Es decir, mientras usted lee esta columna, al final del día, el 20 % de los habitantes de la ciudad se acostará con hambre. Esto es estremecedor. Detrás de esas cifras hay familias, historias de vida que habitan una ciudad amada, de la que nos sentimos orgullosos de pertenecer, pero que se deteriora y nos invita a reaccionar. Hay tristezas e incertidumbre. Hay calidez humana que se enfría por el hambre. ¡Esto nos tiene que sacudir!
Cuando los gobernantes agitan banderas sociales y populares, su deber es actuar con coherencia y verdad; de lo contrario, es humo y engaño. La evidencia muestra que estamos retrocediendo en aspectos fundamentales para la calidad de vida de los ciudadanos.
La confianza, motor del trabajo en equipo, activo de fraternidad y progreso conjunto, también va en caída. Al preguntarles a los medellinenses sobre la percepción que tienen de las inversiones que hace la actual administración, 64 % de los encuestados —es decir, dos de cada tres ciudadanos— aseguró que está insatisfecho.
A la anterior cifra, y en la misma encuesta, se suma que más de la mitad de los encuestados, 53 %, percibió un incremento en la corrupción en Medellín. Este número se duplicó en comparación con años anteriores, cuando en promedio alcanzaba un, de por sí grave, 25 %. El aumento de esta percepción de corrupción nos obliga a todos a estar vigilantes y denunciantes. Los recursos públicos no solo son limitados, son sagrados y hay que cuidarlos, optimizarlos, no malgastarlos en desinformación, populismo y agendas políticas propias. El cuidado de lo público nos debe convocar a todos y es nuestra responsabilidad comprometernos para que esté bien administrado. De su buen manejo depende nuestro bienestar y el avance de la ciudad. La esencia de lo público debe ser los medellinenses. Los retos son gigantes.
Esta época por la que pasa nuestra ciudad nos obliga a sacar lo mejor de cada uno de nosotros. No es tiempo de lecturas rápidas, simplistas ni facilistas. Este momento requiere de la humildad para reflexionar sobre aquello que pudimos haber hecho mejor, pero también de nuestra ágil capacidad para actuar sobre la coyuntura, recomponer el rumbo y aprender para el largo plazo.
Hoy, con urgencia, Medellín necesita de todos sus ciudadanos para proteger el patrimonio de capital social que, desde la confianza, veníamos construyendo juntos.
Defender y promover una forma ética de construir sociedad, respetuosa de la ley, colaborativa y pujante. Propugnar por un tejido emprendedor y empresarial consciente de su compromiso con el desarrollo de toda una región; alentar nuevos liderazgos, representativos y diversos; propender por más conversación y diálogo, por la riqueza cultural que nos caracteriza.
Medellín, con tantas necesidades y potencialidades, que nos han permitido superar enormes dificultades, no puede darse el lujo de reversar. Pobreza, percepción de corrupción y desconfianza son la tormenta perfecta para que naufrague una ciudad
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 17 de enero de 2022.