Un mensaje tan escueto que hubiera sido preferible callar, a pesar de la indolencia. Es casi como si entre sus palabras aprobara lo que hace el régimen de Ortega; casi como si la iglesia debiera sentarse a pedir perdón por ser humillada y ultrajada; casi como si la dictadura, que ojo viene violando sistemáticamente los derechos de los ciudadanos, estudiantes y medios de comunicación, fuera la víctima. Sus palabras, con todo respeto al Santo Padre, son cómplices. Se le olvidó decir que en Nicaragua hay una dictadura, que eso no es una “situación” sino una arremetida, que lo que no se puede buscar es una “convivencia” cuando estamos hablando de legitimar un régimen, que no hay “respeto” o “pacifismo” sino persecución y asedio a un pueblo entero ¿Dónde estará ese Francisco que nos enamoró a muchos, valiente, decidido, que no temía hablar en contra de los abusadores, ni ajustaba sus palabras cuando se trataba de señalar injusticias?
Lo que está pasando bajo el yugo de Ortega y Murillo es aterrador para millones, ¿y para él? No dijo nada cuando cerraron siete emisoras católicas; no dijo nada cuando sitiaron iglesias; no dijo nada cuando secuestraron al obispo de la diócesis de Matagalpa, y lo que dijo cuando lo arrestaron junto a cinco sacerdotes y dos seminaristas, preferimos no haberlo escuchado.
La dictadura los acusa de persistir en labores desestabilizadoras y provocadoras ¡Sacerdotes valientes es lo que son! Se levantaron con dignidad y orgullo frente al látigo de la opresión. Lástima que el Papa, el mismo por el que en cada homilía miles de curas elevan una oración, no sea directo y vehemente y con eso mengüe cualquier esfuerzo de defender la libertad religiosa en un régimen que ya no sabe que es libertad.
Y a todo esto como colombiana, tendré que sumarle una frustración más: la de esa impúdica sesión de la OEA en la que se estaba condenado a Nicaragua y en la que una ausencia elocuente presentó lo que al parecer será nuestra nueva estrategia en materia internacional. Aunque otros gobiernos de izquierda como Chile y Argentina votaron a favor de una sanción contra Nicaragua, Colombia hizo la salomónica: no asistió, así evitaba dejar en evidencia la complicidad con el régimen. La actitud quedó en un mundo de grises porque muchos apuntan a que aún no hay un embajador en propiedad en ese cargo.
Sin embargo lo que se ha sabido con los días es triste y desconcertante: Colombia esta negociando un acuerdo en el diferendo de San Andrés, esa es la buena parte de la historia, pero lo que se está sacrificando es una actitud internacional coherente. Al final funciona como un chantaje, porque más allá de restablecer o no relaciones, eso no debe significar una connivencia con la degradación del sistema político y la invalidación de los derechos y las libertades como ocurre en Nicaragua.
*Editora Estado y Sociedad Noticias RCN
https://www.larepublica.co/, Bogotá, 24 de agosto de 2022.