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David González E.  

En plena Alpujarra, y sin escrúpulo alguno, tres exfuncionarios claves de la alcaldía de Daniel Quintero confirmaron con estruendo el apoyo de “Independientes” a la campaña de Petro. Con aplausos pagos de fondo, posaron ante cámaras como si fueran caudillos y no irrelevantes actores secundarios. “Si Antioquia cambia, Colombia cambia”, decía la camiseta de Esteban Restrepo, quien hace escasas horas había sido despedido por el alcalde —en medio de aplausos— como secretario de Gobierno. Un mensaje muy claro: la actual alcaldía de Medellín va a hacer todo lo que está en sus manos para que Gustavo Petro sea presidente.

Esteban Restrepo, Juan Carlos Upegui y Juan Pablo Ramírez tienen varias cosas en común. Por un lado, su notoria falta de gracia y mérito. Por el otro, tener como único hecho relevante en sus hojas de vida haber sido fieles escuderos de Daniel Quintero. Su presencia en la campaña de Petro no suma nada por sus virtudes personales: suma por ser la cuota de representación de la aceitada y oscuramente trabajada maquinaria que ha construido el alcalde. Representan recursos, nada distinto.

Aunque populares, los anteriores alcaldes de Medellín no han logrado consolidar proyectos políticos más allá de sus figuras personales. Aunque Fajardo y Fico hoy son candidatos presidenciales, el primero jamás pudo consolidar en Compromiso Ciudadano una fuerza política que trascendiera su imagen. El segundo no pudo lograr que su popularidad se tradujera en poner alcalde. Ninguno ha tenido representación fuerte en el Congreso. Exceptuando a Alonso Salazar, no han sido buenos en dejar legados.

Por el contrario, Quintero está haciendo todo por dejar montada una estructura política de largo plazo. Antes del 2019 era un desconocido. Hoy no solo es alcalde de Medellín, sino que es alcalde con bancada propia. A sus alianzas con la política tradicional le sumó tres congresistas totalmente suyos: Alejandro Toro, por el Pacto Histórico; Juan Camilo Londoño, por el Verde a la Cámara; y el quinterista radical Álex Flórez, al Senado. Para acumular capital político no muestra escrúpulos: no tiene problema en cruzar las líneas éticas —y legales— que sean necesarias para consolidar su legado en carne propia y ajena. Por el poder, todo vale.

“El poder es igual a cabalgar un tigre: el jinete no se puede desmontar, porque en ese mismo instante el tigre se lo come. Tiene que seguir montando para siempre”, escribió en una de sus columnas Antonio Caballero (q.e.p.d.). Pero no todos los tigres son iguales: hay unos más feroces, más riesgosos. Daniel Quintero —como hábil manzanillo— tiene claro el peligro que representa el tigre que decidió cabalgar. Grandes apuestas y grandes enemigos traen grandes riesgos. El futuro de Quintero es él en la presidencia o él en la cárcel, sin puntos medios. Por eso está haciendo todas las movidas posibles para asegurar no tener que bajarse: tiene muy claro que, inmediatamente, el tigre se lo come.

(Columna vergonzosamente plagiada a Antonio Caballero)

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 25 de marzo de 2022.

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