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Fernando Cepeda Ulloa

Hace un año, el 6 de enero, se produjo un asalto impensable contra la democracia estadounidense. Y en el mundo no podemos subestimar lo que fue un atentado inaceptable.

El admirado periodista Bob Woodward con la colaboración de Robert Costa, en muy poco tiempo recogió versiones y testimonios de más de 200 personas para reconstruir un momento histórico. Publicaron un libro que tiene 72 capítulos y 481 páginas que lleva un título muy pertinente, ‘Peligro’.

Comienzo con palabras que se dijeron el mismo 6 de enero y regresaré, luego, a otras muy similares que se pronunciaron el 5 de enero, las tomo de los capítulos 44 y 43. Espero no estar violando la propiedad intelectual. Algunas fueron divulgadas por los medios. En esencia, se trataba de que el vicepresidente Pence aceptara que jurídicamente él estaba habilitado para desconocer los informes electorales.

El vicepresidente Pence venía elaborando con sus asesores una carta que fijaba con claridad su posición, o sea su interpretación de la Constitución. En la parte más relevante decía así: “Como un estudiante de la Historia, que ama la Constitución y guarda reverencia hacia quienes la redactaron, no creo que los Fundadores de nuestro país tuvieron la intención de investir al Vicepresidente con la autoridad unilateral para decidir qué votos electorales deberían ser contados durante la Sesión Conjunta del Congreso, y ningún Vicepresidente en la historia de América jamás ha reclamado esa autoridad” (la traducción es mía).

Es un documento que debiera formar parte de las lecturas obligatorias en cualquier curso que tenga que ver con la vida política. Un ejemplo de ética pública y una demostración de coraje que debiera servir de inspiración para muchos funcionarios que tienen que aprender a decir no, aún en las circunstancias más difíciles y cualquiera que sea el precio político.

Un día antes, el 5 de enero, el presidente Trump le decía a su Vicepresidente que en sus manos estaba cambiar el resultado electoral; apelaba a su coraje (malentendido) y ante la resistencia de Pence, le recordaba que Pence “le debía a él todo lo que era y que si no aceptaba tomar esa decisión estaría mostrando que él, Trump, se había equivocado de persona cuando lo escogió como Vicepresidente”.

Inclusive apelaba a los gritos y expresiones de los manifestantes que reclamaban que se desconociera el resultado electoral. Pence reiteraba su posición negativa. “No quiero seguir siendo su amigo si usted no ejerce esa autoridad”, decía Trump. “Su carrera se acabará, si usted no hace eso”, le decía Trump. Pence no se inmutaba. Trump promovió una declaración, suya y del vicepresidente, sin consultarlo, anunciando que estaban totalmente de acuerdo sobre la manera de actuar.

Y el propio 6 de enero, Trump madrugó para enviar correos electrónicos. A las 8:17 a.m., escriben Woodward y Costa, transmitió el siguiente:

“Todo lo que tiene que hacer Pence es retornar los votos electorales a los Estados y nosotros ganaremos. Hágalo Mike. Esta hora requiere extremo coraje”.

Estos y otros mensajes y conversaciones son el testimonio incontestable de una conspiración presidencial para reversar la decisión popular. Mike Pence salvó la vigencia de la Constitución y el orden político pese a que los que se tomaron el Capitolio querían ahorcarlo. Y la horca estaba allá lista.

https://www.elpais.com.co/, Cali, 07 de enero de 2022.

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