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Fernando Cepeda Ulloa

No hay que hacerse ilusiones. El camino hacia la paz todavía tiene un largo trecho por recorrer. Y nada fácil. Veamos.

Las disidencias de la Farc, Marquetalia II, ahora dicen algunos, que ya tiene 4000 guerrilleros. Muchos más de los que existían cuando Belisario Betancur reinició el proceso de paz que había intentado Julio César Turbay. Los comanda el principal negociador del Acuerdo cuyo primer lustro se conmemoró esta semana. Y a su lado, los que fueran comandantes de los principales frentes que tenían a su cargo el multimillonario negocio criminal de las drogas ilícitas y, no sé, si también el del oro y el coltán. Con la enorme ventaja de contar con la complicidad activa del gobierno venezolano y, se dice, de sus principales aliados. Es que antes de Chávez las Farc representaban también una amenaza para Venezuela.

Ahí continúa el Eln, objeto de no sé cuántas negociaciones todas fracasadas. Y, si hiciera falta, hay rezagos de negociaciones anteriores como los que comandó Megateo en el Norte de Santander, que cuentan también con los negocios criminales y complicidades ya mencionados.

Otros grupos armados organizados también tienen recursos ilegales más que abundantes, el que dirigía Otoniel, por ejemplo. Y algunos estudios señalan que hay ‘arreglos’ de diversa naturaleza entre ellos.

Es bien claro. Paz territorial no hay. Y existen versiones sobre nuevas estrategias para hacer invivible la vida en las ciudades. Que la primera línea, que la violencia que ahora acompaña robos y asaltos menores... El cuadro no es muy estimulante. Lo que es más preocupante es que hay una conciencia bastante precaria sobre este cuadro subversivo o insurreccional o como se le quiera llamar.

Hay unas lecciones que se deben aprender de los procesos anteriores, los exitosos y los fracasados. Ojalá en torno de ellos se pudiera construir un consenso nacional y no, por favor no, ahondar el consenso que se rompió, infortunadamente, con el Acuerdo del Teatro Colón. No es un panorama amable. Tampoco fácil de abordar. Llevamos cuarenta años en este necesario empeño...

Al parecer, la formidable tarea de implementar el actual Acuerdo, el inédito problema mayúsculo de la pandemia y las urgencias que crean las frecuentes catástrofes naturales no dejan espacio para lidiar con desafíos tan complejos. Todos estamos agobiados. Con todo, la misión de lograr una paz completa es urgente e indispensable. Y, repito, bien difícil.

No concibo que ya bien avanzado el primer cuarto del Siglo XXI nosotros sigamos conversando sobre si queremos la paz o no, y si habrá justicia para los crímenes contra la humanidad, mientras el mundo está pendiente de los beneficios de la Inteligencia Artificial y la Robótica.

El gran pensador Henry Kissinger, acaba de publicar un libro: ‘La Época de la Inteligencia Artificial y nuestro Futuro Humano’ en compañía de un tecnólogo, filántropo y empresario; y lo que llamaría un empresario académico experto en computación. Interesantísima asociación multidisciplinaria, característica inescapable del trabajo intelectual de nuestro tiempo.

Nos ha tocado vivir un momento mágico de la historia de la humanidad. Los más asombrosos desarrollos científicos que nuestros antepasados ni siquiera barruntaron son el pan nuestro de cada día. Y así los vemos.

Parte de la rutina. Y a nosotros nos ha tocado, al mismo tiempo, sufrir tanta barbarie. Es que no hay felicidad completa.

https://www.elpais.com.co/, Cali, 26 de noviembre de 2021.

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