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José Manuel Acevedo 

Aprendimos a construir sobre lo construido y a reconocerlo, cosa que no es usual en la política.

Muchas cosas están bien en el país, aunque a veces sea difícil verlo. Una de ellas tiene que ver con la política de vivienda y la construcción, que hoy genera más de un millón de empleos directos (antes de la pandemia había 850.000 colombianos contratados en este sector).

Lo que el joven ministro Jonathan Malagón ha logrado es verdaderamente asombroso: la vivienda nueva que se compró en 2021 en todo el país equivale a crear una ciudad del tamaño de Cartagena. Entre enero y noviembre del año pasado se compraron más de 210.000 unidades, cuando en 2017 se registraban menos de 150.000 vendidas en un año. Somos líderes en el continente si se habla de acceso a unidades habitacionales por cada millón de habitantes, lo que ha hecho que Colombia sea reconocida con distintos galardones, como el conferido por ONU Hábitat.

Pero lo más importante es que la gente que antes no podía arrimarse a un crédito hipotecario lo está haciendo gracias a los subsidios que se han entregado. En 2021 se asignaron más de 96.000 ayudas; 8 de cada 10 subsidios para compra de viviendas de interés social se entregan a personas que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos, y gracias a estos, ahora muchos colombianos pueden acceder a un financiamiento realista con base en sus sueldos mensuales. Por otra parte, al menos 29.000 personas de clase media han logrado tener un impulsito para hacerse con una casa propia, lo que resultaba complicado antes porque la gente de ingresos medios parecía 'ensanduchada', sin poder recurrir a las ayudas estatales y sin capacidad para sostener sus solicitudes frente a algunas entidades financieras.

La importancia de todo esto no solo radica en la oportunidad efectiva que tienen los colombianos de acceder a un techo y disminuir con ello los niveles de desigualdad en nuestro país, sino que también contribuye a darles sustento real a la defensa de la propiedad y la iniciativa privada en Colombia.

Si mucha gente tiene algo que considera 'propio', valorará más lo que esto significa y lo pensará dos veces antes de salir a una protesta a acabar con un negocio o una vivienda a punta de piedra o, con suerte, reflexionará un poco más antes de votar por quienes quieren que "todo sea de todos", que es una manera disfrazada para decir que nada, en realidad, es de alguien.

Lo que más me gusta de la política de vivienda que hoy tenemos es que aprendimos a construir sobre lo construido y a reconocerlo, cosa que no es usual en la política porque cada cuatro años improvisamos, cambiamos todo y arrancamos torpemente desde cero. No. En materia de vivienda potenciamos programas que ya venían funcionando y les dimos vuelo a otras iniciativas que no podemos perder en este 2022. El ministro Malagón lo reconoce con frecuencia en sus intervenciones. Les da gracias a sus antecesores y, por ejemplo, se apoya en lo que hicieron Juan Lozano en el gobierno de Uribe o Germán Vargas Lleras y Luis Felipe Henao en el mandato de Santos, quienes pusieron las primeras y fuertes piedras que le han dado vida a esta política de Estado en el sector de la vivienda y la construcción.

Los retos de acceso a nuevos subsidios, la simplificación de los trámites y la disminución de la burocracia para que más gente acceda este año a viviendas y más empleos se creen gracias a la construcción tienen que estar en el centro de la agenda, y a los candidatos hay que exigirles propuestas claras en este frente. A los exalcaldes que están en la competencia hay que preguntarles cuántas casas construyeron en sus mandatos y cómo hicieron posible que más gente accediera a ellas. El resto es carreta.

El país se merece una política de vivienda sostenible y creativa. Colombia necesita estar bajo un buen techo.

@JoseMAcevedo

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 03 de enero de 2022.

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