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Marta Lucía Ramírez*

Dejamos un legado de infraestructura sostenible que mejora la calidad de vida de las poblaciones.

Corría el año 2010 cuando Colombia presenció una de sus mayores tragedias naturales: el caudal del río Magdalena hizo ceder una barrera del canal del Dique, dejando un saldo aproximado de 173.000 personas afectadas, más de $ 200.000 millones en pérdidas e impactos en los servicios básicos de la población, además de una grieta abierta que seguiría causando traumatismos en la zona.

Por tanto, cuando llegamos al Gobierno, la construcción del canal del Dique se convirtió en prioridad y nos fijamos la meta inaplazable de cumplirle a la costa Caribe. Hoy, con satisfacción, podemos afirmar que la angustiosa espera terminó: abrimos –este mes– el proceso licitatorio para hacer realidad la obra ambiental más importante de inicios de este siglo, en América Latina.

Gracias al liderazgo y la voluntad política del presidente Iván Duque, y a los esfuerzos de las diferentes entidades del Gobierno Nacional y territorial, contamos con una solución planeada y diseñada con toda la rigurosidad técnica, ambiental, social y financiera, con el generoso apoyo del Banco Mundial. También han sido destacables la gestión y disposición del Ministerio de Hacienda, que dio una aprobación de riesgos y condiciones financieras, en tiempo récord, a la megaobra que generará cerca de 60.000 empleos directos, indirectos e inducidos, y beneficiará a más de 1’500.000 habitantes de Bolívar, Sucre y Atlántico.

Este proceso licitatorio representa el inicio de un sueño: el megaproyecto fluvial de la Quinta Generación de Concesiones, con más de $ 3 billones en inversión, que, junto con la APP Río Magdalena, potenciará la competitividad, el comercio y el turismo en las poblaciones ribereñas. Desarrollar estos dos proyectos reducirá los costos de transportar un contenedor entre Bogotá y la costa Caribe en un 50,4 % (DNP, 2021).

Y es que el canal del Dique no es solo una moderna e imponente obra de infraestructura fluvial, sino que también encarna un inmenso componente social, de adaptación al cambio climático y descontaminación de la bahía de Cartagena; es una inversión que va a transformar toda una región, garantizará el acceso al agua potable de los municipios aledaños y, de manera particular, de Cartagena; disminuirá la afectación en islas del Rosario por los sedimentos; facilitará la conexión ciénaga-ciénaga, con el canal que se había interrumpido, e impulsará la posibilidad de emprendimientos agropecuarios y piscícolas, así como la construcción de distritos de riego.

¡Si no se interviene el canal del Dique, el daño ambiental y humano sería irreparable! El mismo Alejandro de Humboldt, al transitar por estar tierras, advirtió sobre la variabilidad temporal, excesiva sedimentación y dificultad de intervenir este canal en 1801. Así las cosas, al mantener el control de tránsito de sedimentos, se garantizará el acceso a agua dulce y recurso hídrico para actividades productivas y de saneamiento, se permitirá el flujo de fauna marina y se recuperarán ecosistemas.

De esta manera, no solo honramos un compromiso con la gente, dejamos un legado de infraestructura sostenible para mejorar la calidad de vida de nuestras poblaciones; abrimos una nueva ventana al mundo para el desarrollo de Colombia, desde las regiones. Así mismo, mediante la apuesta de la infraestructura sostenible y con valores sociales, nos proyectamos como eje integrador del hemisferio, conectando con iniciativas globales como Build Back Better y Global Gateway, e incentivando proyectos intermodales que hagan frente al cambio climático y garanticen mejor calidad de vida.

Y aunque no estaremos para inaugurar la puesta en marcha de este ambicioso proyecto, nos llena de alegría plantar esta semilla próspera para el Caribe y para toda Colombia, porque la infraestructura es y debe seguir siendo una política de Estado.

* Vicepresidenta y Canciller

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 03 de enero de 2022.

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