El país se alista para un nuevo proceso de paz; un intento más de los tantos que ha habido con el Eln. “La paz completa”, la llaman algunos. “La paz grande”, le dicen otros. La paz esquiva con un grupo que nunca la ha querido y que ahora se prepara para poner todo tipo de condiciones, la llamaríamos otros, y ellos a nosotros nos llamarían “aves de mal agüero” o “saboteadores de la paz”, en el mejor de los casos. Pero qué hacemos si a ese nivel de incredulidad nos han llevado las históricas acciones de una guerrilla traicionera y mezquina que ha frustrado cada oportunidad de sentarse a dialogar.
Alguien que conoce bien a los jefes guerrilleros me dijo el otro día que hay que estar preparados para que el Eln suba la vara y pida mínimo un 10 por ciento más de lo que se les otorgó a las Farc. Y ya me imagino yo, el listado de puntos y subpuntos, numerales y literales, de los que se compondrán los diálogos exploratorios, todo para dilatar un acuerdo que, de existir verdadera voluntad de paz, recogería lo hecho con otros grupos y se concretaría en cuestión de meses, no de años.
Nos pedirán paciencia. Dirán que es la última oportunidad que tenemos. Advertirán que este grupo tiene características especiales y que por eso la negociación debe tener sus propios términos. Insistirán en que no hace falta pedirles muestras de paz y que precisamente se negocia con quien tanto daño hace para desactivar de una vez el conflicto armado nacional. Todo lo que ya hemos vivido y nos sabemos de memoria.
Así son los señores del Eln, y así, quienes les han creído sus embustes. Es válido que el nuevo Gobierno quiera reembarcarse en esa causa porque ha sido parte de su discurso de siempre, pero igual de válido resultará que un puñado de colombianos no quiera creer hasta ver y, basados en las terribles experiencias del pasado, cuestionen y critiquen el proceso, no para tirárselo sino para defender el sentido común, que a veces es el menos común de los sentidos.
Uno esperaría, por lo menos, que esta vez no nos digan que las víctimas serán el centro del acuerdo. Podrían hablarnos de manera transparente y decirnos que este proceso será para los ancianos y deprimidos líderes de la guerrilla que se encuentran desde hace años en Cuba, y dejarnos claro que los federalizados, jóvenes y sanguinarios dirigentes que operan en las fronteras y ya ni saben quién es Camilo Torres seguirán en lo suyo: el narcotráfico en su máxima expresión
Por estos días, en ‘Noticias RCN’, hemos mostrado con documentos, videos y testimonios cómo ha sido la alianza entre el régimen de Maduro y la guerrilla colombiana; cómo han ayudado los miembros de esa organización al rearme y entrenamiento de hombres y mujeres preparados para matar; cómo se juran lealtad y se han convertido en una amenaza para la región. Y entiende uno por qué algunos recomiendan acudir a los buenos oficios de Maduro para iniciar los diálogos con el Eln. Ahí va otra petición: que no nos digan que el dictador venezolano será un amigable componedor o un mediador; que lo metan de una vez como negociador o mentor del lado del Eln y así negociamos con él y con la guerrilla, al mismo tiempo. Les recomiendo, si pueden, que vean los reportajes.
Vuelve y juega, y ojalá las cosas le salgan bien al presidente Petro en su intento; que sean lo menos moralmente onerosas las pretensiones de estos actores y que quede algo de Estado de derecho y dignidad para las víctimas, después del proceso. Están en su derecho de negociar y estamos en el nuestro de declararnos en escepticismo funcional.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 04 de julio de 2022.