Baluartes que dejaron muy en alto el ejercicio de la gobernanza y la gestión pública en sus territorios. Con un inmenso reconocimiento de sus conciudadanos y el progreso y dinamismo de sus ciudades.
El ejercicio del poder es más simple de lo que uno se puede imaginar: Existen unos postulados universales de cómo ser un buen alcalde. Y fue lo que la fórmula presidencial ganadora de hoy hizo en el reciente pasado siendo alcaldes: Ambos contaron con una estrategia de desarrollo local, donde se conocen las fortalezas económicas y se definen los actores principales, las líneas de acción para incentivar el desarrollo empresarial y generar empleo.
Ambos construyeron una institucionalidad que facilitó el diálogo público- privado.
Sus premisas estuvieron dirigidas a hacer de sus mandatos gobiernos fiscalmente responsables e inclusivos, en pocas palabras, decirle no al populismo.
Fico y Lara en su momento, entendieron que es un error chocar con el gobierno nacional y en vez de criticarlo, se dedicaron a gobernar con lo que había, sintonizando los grandes programas del orden nacional para que llegaran a sus territorios con cobertura universal y de calidad. algo que detestan los gobernantes zurdos, trabajar en equipo.
La dupla comprendió que, sólo involucrando al sector privado en los grandes temas de agenda pública, es que se puede generar empleo formal y de calidad. No es “democratizando”, ni expropiando, ni usurpando la riqueza de los demás como se resuelven los problemas de desigualdad, pobreza y exclusión. Es con trabajo, con libre mercado y produciendo para que la gente tenga capacidad de consumo.
En tiempos de Fico como alcalde, Medellín se volvió la ciudad inteligente e innovadora de Colombia. Fue el que facilitó el acceso a nuevas tecnologías y mercados. Las empresas paisas, con trabajo y apoyo del gobierno local más proactivo que político, le tendió la mano el emprendimiento. No es como actúa la alcaldesa de Bogotá que entre más gritos e insultos profiere, la gente le obedece.
Fico y su fórmula vicepresidencial, se encargaron como burgomaestres de fortalecer los nuevos liderazgos, visibilizando y fortaleciendo el trabajo de los líderes locales, concientizando de la nueva visión de ciudad en el mediano y largo plazo.
Eso de estar repartiendo subsidios, ayuda, pero no es la solución estructural de la erradicación de la pobreza. Menos aún, plantear la impresión de billetes al mejor estilo petrista, es realmente, una falacia para engañar al colombiano de a pie.
En materia de educación, servicios públicos, vivienda, salud y medio ambiente, los exalcaldes Fico y Lara garantizaron y mejoraron el acceso a todos estos servicios básicos. Saber invertir no es prometer, es saber gobernar y gerenciar.
Finalmente, y dejando tantos temas por fuera, el trabajo mancomunado entre alcaldes y fuerza pública ha sido fundamental para elevar los estándares de seguridad, orden, y una mejor percepción de paz y tranquilidad ciudadana.
Ellos lo lograron, y sus ciudades progresaron con seguridad e inversión social sostenible con grandes programas sociales en sus barrios. Al contrario del exalcalde Petro y de gobiernos locales de izquierda que siempre que toman el poder, sus ciudades se les salen de las manos, crece la criminalidad, el hurto y la violencia. Definitivamente, detestan la seguridad, odian y maltratan a la Policía, pero sin reconocerlo, requieren de sus servicios e institucionalidad.
El señor Petro siendo alcalde, fue una auténtica estafa. Se eligió con el 29% de los votos y con una abstención del 60%, lo que indica que fue alcalde gracias a la división de otras fuerzas políticas y no como el fenómeno electoral que le han vendido al país. Fue tan patético su mandato que su visceral odio no lo dejó gobernar. Se declaró enemigo del carro privado, lo que aceleró el caos en movilidad.
Contribuyó a deteriorar el sistema público de transporte por la carencia de logística y organización de rutas. Ejerció el poder con la combinación letal de ignorancia e insolencia. Como buen comunista, persiguió al empresariado mientras favorecía la informalidad. De ahí que grandes industrias se hayan ido de la ciudad a municipios cercanos. A los constructores los puso a padecer con la suspensión de nuevas licencias, lo que disparó el precio de la vivienda usada. Sin burbuja inmobiliaria, la Bogotá de Petro quedó sumida y rezagada y el empleo quedó en duda.
Fue destituido por la Procuraduría y la ciudad tuvo cuatro alcaldes interinos. La “Bogotá Humana” no dejó de ser otra estafa más. En educación, la brecha entre colegios públicos y privados aumentó drásticamente.
Su plan de desarrollo tuvo un avance marginal. No hubo construcción de colegios.
Se comprometió a construir el 5% de la primera línea del Metro. Nunca hizo nada.
Ahora de candidato presidencial viendo que Peñalosa lo logró todo por el sueño del Metro para Bogotá, sin vergüenza alguna, va a frenar las obras.
Otra derrota suya fue el hecho de que la población por debajo de la línea de indigencia fue en aumento, es decir, más personas andando en las calles.
En fin, la presidencia está entre dos excelentes alcaldes contra el peor de la historia de Bogotá. Juzguen ustedes.