Cinco son los candidatos, cuál de todos mejor, dentro de los que saldrá elegido el que asumirá la responsabilidad de representar a todas las fuerzas vivas de Colombia para lograr llegar a la Presidencia y salvar al país de la amenaza en la que se empecina el mal llamado socialismo del siglo XXI para destruirlo, apoyado en sus tres soportes fundamentales: las dictaduras de Cuba, de Nicaragua y Venezuela. ¿Logrará el objetivo? Estoy seguro que no, si nos atrevemos a superar los egos y los odios personales, si entendemos lo mortal que es el “yo”, sobre todo en este momento histórico por el que atraviesa nuestro país y a ser conscientes de que, si no nos unimos todos los que de uno u otro ángulo amamos a Colombia, veremos con los ojos anegados cómo el juego de intereses mata al amor.
Difícil tarea tiene el nuevo presidente debido a que le toca “derrumbar varias montañas”: combatir la corrupción en todas las esferas, reformar la Justicia, el Congreso, reducir el tamaño del Estado y frenar el endiosamiento del crimen, salvaguardar la imagen de nuestra Fuerzas Armadas en especial a nuestro Ejército y a la Policía, sometidas hoy a grandes vergüenzas como la del secuestro de los soldados, aparte de los que caen asesinados, y, en una palabra, que nos ayude a aclarar la diferencia entre lo urgente y lo importante, partiendo de que lo urgente para los enemigos del país es destruirlo y para nosotros lo más importante es salvarlo. Que invierta menos plata en recompensas y más en inteligencia militar; y que mire hacia el campo de verdad, para que, como mínimo, aquello de las vías terciarias no siga siendo un cuento electoral.
Pero lo más difícil que le toca enfrentar aparte do lo anterior, es el odio que ante la eventual derrota quedará acumulado en la mente de los verdes o M19, los amarillos, los de “la esperanza o la confianza”, los “independientes”, la Colombia que no es tan humana en la que brilla Petro, o los del llamado “pacto histórico”, con el que demuestran una vez más que lo de La Habana más que un acuerdo fue un pacto diabólico que, como lo hemos dicho, lleva en el fondo como símbolo la traición.
¿Qué puede esperarse entonces de los que le han hecho, le hacen y le siguen haciendo eco a ese comprobado engaño? La historia es una ciencia que le da luz al pasado; no la olvidemos, no la perdamos de vista, para que no permitamos que sea usada con la astucia propia de los que se proponen destruir este país para convertir las sonrisas en lágrimas. Nada fácil será la tarea del nuevo presidente que será elegido de los cinco candidatos que encarnan la democracia, por la arremetida que desatarán para no dejarlo gobernar los que se olvidan de la vida y están vivos, pero saldrá adelante porque cuenta con el respaldo del noventa por ciento de los colombianos de bien, que aspiramos a que Colombia siga alegre, sonriendo y brillando para sus hijos, para América y el resto del mundo.
¿Qué haría Gustavo Petro como presidente? Nada distinto a lo que hizo como alcalde de Bogotá, si es que llega, porque lo han visto por ahí desesperado buscando alianzas, ofreciendo incluso retirar la personería jurídica de su partido Colombia Humana y por lo que se ve, sólo ha escuchado el cerrar de las puertas: dicen por ahí que el acelerado, el neurótico, el gritón, no hace nada razonable. Tienen toda la razón. Máxime ahora cuando le llegan como refuerzo Roy Barreras y sobre todo Armando Benedetti que tan pronto sintió los pasos de la Corte que lo investiga por supuestos dineros ilícitos dijo que “está cansado, que no quiere ir más al Senado”; vaya si esto no es para risas de todos los que lo conocemos. Queda demostrado una vez más que la cobardía es el escudo del bravucón cuando lo descubren.
¿Y de Alejandro Gaviria qué? De tantas deudas que tiene desde que fue Ministro de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos, hoy sólo mencionamos la de las niñas víctimas del Papiloma Humano en el municipio de El Carmen de Bolívar, cuando dijo que eso era una charla. A éste, como a los otros que a nombre de la “paz” quieren llegar a la presidencia, amparados en el engaño para imponernos la dictadura y no producir ni siquiera los pañuelos que necesitan los sudorosos, los agripados y los que lloran, sólo les decimos: tranquilos sigan adelante sin olvidar que lo único que no se cae es el Sol, la Luna y las Estrellas.
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