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Carlos Salas Silva                                                                       

Miraba a mi amigo Rodrigo mientras me relataba una larga historia y pensaba en el “Retrato del Doctor Gachet” de Van Gogh en el que la mano del médico del artista soporta la cabeza en un gesto que indica melancolía, de igual forma como Rodrigo, con el codo sobre la mesa y su mano soportando la cabeza, se mostraba pensativo trayendo de la memoria recuerdos de tiempos idos. Pocos días después me vine a enterar de que la obra de Van Gogh se encuentra desaparecida, destino curioso para una pintura que batió record en 1990 habiendo alcanzado

la cifra de 82.5 millones de dólares -lo que equivale hoy en día a 160 millones de dólares-. Saito, el comprador japonés, tuvo problemas financieros y se vio obligado a venderlo sin que se sepa a quien. Que el melancólico Doctor Gachet haya tomado la vía del ostracismo sería algo propio de su temperamento. Que un paciente como Van Gogh pudiera captar, a través de la pintura, la psiquis de su terapeuta de una manera tan precisa y evocadora contrasta con la imposibilidad de aquel que con todo y sus profundos conocimientos no logró desentrañar lo que bullía en la mente del artista. 

El complejo proceso mental y espiritual del alma melancólica fue explorado de manera magistral por Alberto Durero en su famoso grabado “Melancolía I”. Un imponente mujer alada, con su mano soportando el peso de la cabeza, acompañada de elementos simbólicos, nos hace reflexionar sobre lo que oculta el alma del poeta, pero también del científico, cuando enfrenta el agotamiento y la duda en su búsqueda interminable de respuestas a tantas preguntas que lo agobian.

En contraposición encuentro la figura de La Bachué de Rozo con sus brazos que se levantan ocultándose en un cono. Es como si quisiera conectarse con el cielo para alcanzar su lugar mientras que ella y su consorte se transfiguran en serpientes que se sumergen en la laguna. Proceso de estiramiento al infinito que fue interrumpido cuando la obra se fracturo en el medio. Ahora restaurada y fundida en bronce reconecta el agua y el cielo.

Gachet se hunde en su pesadumbre mientras que la diosa retoma su poder en el momento de la retirada, ya cumplida su misión de poblar la tierra. Estas asociaciones que me vienen a mi cabeza la hacen más pesada y me obligan a apoyarla en mi mano, en el momento en que emprendo el camino de una nueva etapa de Calco, una obra entre pictórica y conceptual que me obsesiona por momentos.

8 abril, 2025

Publicado en Columnistas Nacionales

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