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José Obdulio Gaviria*                                                                               

“La hipocresía del episodio Katherine Miranda-ministro Benedetti encapsula todo lo que representa Santos, fundador y codirector de esa corte donde revolotean los bichos que hoy protagonizan la política gubernamental colombiana. No gobierna el petrismo sino el petrosantismo, corriente de paradojas, de la doble moral que mezcla indignación pública con corrupción privada.

La carta de Miranda y sus compañeras contra Benedetti —ese florero de Llorente del petrosantismo— encaja como anillo al dedo en la estrategia presidencial de Claudia López, la número tres de la cofradía de Santos y Petro. López, maestra en prender veladoras en altares “políticamente correctos”, predica principios elevados desde el púlpito del Congreso, las alcaldías y los medios, mientras sus amigas firman cartas altruistas que contradicen con sus actos. El petrosantismo es eso: una cara pública de rectitud moral y una trastienda de cinismo, corrupción y maniobras para aferrarse al poder.

El Partido Verde, salón de actos de ese club, es el epicentro de semejante contradicción. Allí llegan o de allí se van los petrosantistas según soplen los vientos. Su personería jurídica, tramitada por el M-19 a través de Carlos Ramón González —el dueño de la marca—, les otorga una conexión histórica con la izquierda armada, barnizada con una adhesión oportunista a la democracia. Si el guión pide pasado “insurgente”, desfilan con el sombrero de Pizarro, la sotana de Camilo Torres y el poncho de Tirofijo; si toca hablar del presente, se arropan con la Constitución del 91 y el moralismo de Antanas Mockus, con su discurso de que “los recursos públicos son sagrados” pero que los petrosantistas no tienen reparo en trasladar a sus apartamentos en maletas y en vehículos oficiales.

El Verde presume de pedagogía ciudadana contra el clientelismo y la corrupción, pero los practica con refinamiento. Lo hemos visto en sus alcaldías, gobernaciones, ministerios, consejerías, el Congreso, asambleas, concejos y hasta en el SENA. Sin embargo, la sombra de Mockus y el barniz académico les permiten posar como oráculos del neomarxismo, intelectuales que critican el neoliberalismo y prometen transformaciones estructurales. Así, figuras como Claudia López o las FARC aplauden los delirios oratorios de Petro sin reparo, mientras firman cartas contra Benedetti o el propio Petro cuando el guion lo exige.

En Colombia, el Verde se disputa el podio del “wokismo” global con el Pacto Histórico. En feminismo combativo, pone en la vitrina a Ángela María Robledo o Claudia López; en ambientalismo, compite por ser más verde que la ministra del decrecimiento, oponiéndose a la minería y la energía hidráulica sin ofrecer alternativas; en la lucha “antirracista” y la ideología de género, convierte sexos y preferencias en “colectivos” de colores. Como “progresistas” de manual, adoran el gigantismo burocrático, evidente en su respaldo a administraciones como las de Petro y López en Bogotá: macrocefálicas, ineficientes y con un amor desmedido por los cargos públicos.

El Partido Verde —el de Miranda, López, Sandra Ortiz e Iván Name— es un crisol de hipocresías: herencias guerrilleras, moralismo mockusiano, marxismo de cátedra, clientelismo descarado, populismo electoral y corrupción sistémica, todo envuelto en un discurso woke de feminismo, ambientalismo y derechos sociales que combina con su rechazo a la industria y su prédica de expansión burocrática. En este sainete, Katherine Miranda no es más que un reflejo del petrosantismo: una actriz que firma cartas de indignación mientras juega al ajedrez del poder con Benedetti, riendo tras bambalinas.

* Publicado en su cuenta de X (@JOSEOBDULIO) el 3 de marzo de 2025.

Publicado en Columnistas Nacionales

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