Petro nuevamente da muestras de una gran estupidez estratégica. Ya habíamos comentado en esta columna su estupidez estratégica con respecto al manejo de la seguridad interna y de su fracasada política de paz total. También lo hicimos cuando devolvió unilateralmente un avión con colombianos deportados de Estados Unidos, para inmediatamente tener que recular con el rabo entre las piernas. Ahora lo está corroborando con su decisión de acercarse a China con el supuesto propósito de insertar a Colombia dentro de la iniciativa geopolítica y comercial china de la denominada Ruta de la Seda.
Y es que lo está haciendo en el peor momento, de la peor manera y con absoluta falta de transparencia. En el peor momento, porque nuestras relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y geopolítico, están pasando por un momento muy crítico y de mucha incertidumbre. Se me responderá que otros países de América Latina ya hacen parte de la Ruta de la Seda china, sin que eso les hubiera traído mayores consecuencias en sus relaciones con Estados Unidos, y es verdad. Pero el caso nuestro es diferente. Durante décadas hemos sido el principal socio de Estados Unidos en la región, y esto nos ha traído enormes beneficios como tratos económicos preferenciales para nuestros productos de exportación y, sobre todo, una inmensa ayuda en el campo de la seguridad como fueron los significativos recursos económicos y logísticos, y la asesoría militar en el marco del Plan Colombia, que fue clave para desactivar la amenaza guerrillera que décadas atrás puso en vilo la estabilidad institucional y democrática de nuestro país.
Por una elemental lógica geopolítica, Estados Unidos no se va a quedar de brazos cruzados si su principal bastión en la región amaga con abandonarlo y buscar refugio en China, su principal adversario a nivel mundial, en momentos en que existe la máxima tensión política y comercial entre esas dos potencias. Nos guste o no, nos parezca justo o no, esa es la realpolitik que determina las relaciones internacionales. Ignorarlo es estúpido. No tan veladamente, ya el enviado especial del Departamento de Estado para América Latina nos ha advertido que, en dado caso, Estados Unidos dejaría de comprarnos café y flores. Para empezar. Y con toda seguridad, China no nos va a comprar ese café ni esas flores, ni otros productos que hoy exportamos a Estados Unidos, como confecciones, transformadores eléctricos, ventanería para la construcción, etc. Decenas y decenas de miles de nuestros empleos podrían desaparecer en un santiamén.
De la peor manera, porque semejante decisión no está respaldada por ninguna estrategia clara, ni hacia ningunos objetivos claros. Hoy nuestra agenda comercial con China tiene una agenda obvia: disminuir el enorme desequilibrio en nuestra balanza comercial con ese país. Hoy nosotros le compramos a China productos por 16.000 millones de dólares, en manufacturas elaboradas con materias primas subsidiadas, energía subsidiada y mano de obra subsidiada, por lo que se venden por debajo de su costo real de producción, una trampa prohibida por las normas internacionales y que arruina nuestra industria nacional; en contraste, China nos compra tan solo 2.000 millones en materias primas y nada de productos manufacturados nacionales. La Ruta de la Seda china sí es una estrategia geopolítica y comercial clara: construir una red de infraestructura global para que China siga inundando al mundo con sus productos manufacturados de bajo costo y adquiriendo materias primas para ello, al tiempo que aumenta su presencia y su influencia política, diplomática y militar (ya está construyendo bases militares en el exterior) a nivel global.
Finalmente, la falta de transparencia de Petro es total. A modo de referencia ilustrativa: la negociación y la firma de nuestro tratado de libre comercio con Estados Unidos en su momento estuvieron precedidas y acompañadas de un acuerdo nacional, con los partidos políticos y con todos los gremios económicos. En este momento nadie sabe qué va a firmar Petro en China, ni cuáles son sus objetivos, ni su estrategia ni sus compromisos. Tal vez él tampoco lo sepa. Estupidez estratégica.