En ese hermoso momento le dije cuánto se extrañaban sus regaños, su liderazgo y esa forma de decir las cosas que siempre hizo que las personas por algún motivo le obedecieran. Luego fue inevitable contarle que tenemos una severa crisis de liderazgo, que los indefensos sufren hoy más que nunca en Colombia y que se cumplen sus premoniciones de que si el sector privado no se une, tomaremos el camino de Venezuela.
Motivado por los sentimientos de ayer quiero comentar la charla de Ian Bremmer ante Euroasia Group el pasado 22 de octubre sobre el “Estado del mundo actual”, en la cual analiza los efectos de la globalización tecnológica en medio de una sequía de carácter, visión y liderazgo afectada por las fuerzas de los populismos ideológicos.
1. El vertiginoso avance tecnológico de nuestra civilización. Cuando más útil y fructífero podría ser un liderazgo claro con visión global, más enfermas están las democracias occidentales que no encuentran una guía ni un direccionamiento definido, confiable, que sea capaz de defender los valores sobre los cuales ha logrado avanzar la civilización.
2. La globalización no desaparecerá, ni la mutación del comportamiento humano. Oriente y occidente están marcados por nuevos conocimientos tecnológicos, abundancia y movilidad de muchos recursos, humanos, económicos y naturales. La globalización física y digital es expansiva e inevitable. El poder establecido y el emergente por muchas diferencias que tengan van a seguir encontrando áreas de convergencia que acomodan la globalización tecnológica así ello implique que cada uno trabaje con su propio sistema. La globalización del conocimiento y sus aplicaciones e influencia en nuestras vidas es un asunto de interdependencia irreversible, salvo que exista una guerra nuclear que termine con todo. Hoy dos de cada tres humanos conviven con las tecnologías digitales.
3. Hay una crisis del modelo democrático, si no se actualiza fracasa. La gravedad de navegar sin una hoja de ruta definida en materia de políticas públicas está acompañada por una farsa en materia de principios éticos y morales. El compromiso social pasó a ser solo una excusa de discurso. La mala noticia es que el mundo actual no cuenta con el liderazgo político que se adecue a las posibilidades de progreso de la civilización. Muy pocos líderes políticos tienen la visión y la determinación de defender los valores que soportan la democracia: la legalidad y la seguridad ciudadana atacadas por el terrorismo tanto local como global, y la justicia, que son la locomotora y los rieles de la convivencia necesaria para que avancen las naciones. Sin ello se pierden los beneficios de las garantías y las libertades y con ellas el futuro de las sociedades.
4. La crisis de liderazgo empodera las burocracias políticas y el multilateralismo que hoy solo atienden agendas minoritarias. Las naciones pueden elegir entre dos caminos: Reformar o crear nuevas instituciones adaptadas al cambio tecnológico en función del interés general y el bien común, o vamos a una guerra destructiva. Es el caso que se vive en Ucrania, en el medio oriente, en nuestra región hispanoamericana, y en todas las naciones que padecen una polarización extrema. El futuro depende de la visión y de la calidad y determinación de hacer lo correcto en manos de un liderazgo global y local efectivo, de modo que se concreten las infinitas oportunidades que tiene el mundo y Colombia.
5. El liderazgo global y la amenaza nuclear. No se puede perder el trabajo que se ha hecho contra el armamentismo nuclear entrando en una nueva guerra fría. Estados Unidos y China, como el poder establecido y el emergente, tienen que encontrar puntos de convergencia entre sus diferencias para lograr que otras naciones se vean obligadas a no optar por hacer parte de esa carrera armamentista. Para lograr los objetivos de desarrollo deseados es necesario sacar la violencia y la tolerancia con el crimen y el terrorismo de la ecuación de gobierno, pues ello nos está llevando a no ser sostenibles en los planos: institucional, social, ambiental y económico.
6. Los factores desestabilizadores que ponen a prueba el liderazgo global y local. Son estos el terrorismo en todas sus manifestaciones; el fundamentalismo religioso islámico contra occidente y especialmente contra el poderoso pueblo de Israel; el monetarismo asociado al narcoterrorismo propio de la cultura de la cocaína y otras drogas que siempre será un multiplicador de actividades criminales y un gran factor desestabilizador; y la corrupción política marcada por una ambición desmedida de dinero y poder que ha llevado a terroristas a ejercer como jefes de Estado y conducir al mundo a una guerra invasora como la Soviética contra Ucrania y la OTAN, a los problemas en el oriente medio y a un Asia polarizada por la disputas de Taiwán, y las amenazas de Pakistán y Corea del Norte.
En todas estas instancias está fallando el liderazgo con visión. Estados Unidos y Europa, son víctimas de todo lo que envuelve el paquete ideológico del populismo mediático, y las divergencias de una interdependencia comercial con China, los aparta de ejercer un efecto determinante e impedir que otras naciones como Rusia, tomen el camino de la violencia y el terrorismo como formas de hacer valer su presencia global.
Si llegamos a una guerra nuclear es por falta de contar con liderazgos valiosos y tener unos sistemas políticos anacrónicos y mediocres que no nos dejan encontrar las soluciones tecnológicas que hoy han cambiado el comportamiento humano en nuestra civilización.
Necesitamos un liderazgo eficiente y con valores que asuma responsabilidades globales sin darle espacios al terrorismo, al populismo, al nacionalismo, al racismo y a la imposición de múltiples agendas minoritarias a la gran mayoría.
7. El caso de Colombia. Es paradójico que, en medio de una infructífera polarización entre izquierda y derecha, y el mundo se debate entre el bien y el mal, atacado por fuerzas internas y globales que tienden a la autodestrucción, cuando hoy ya todo es cuantificable y vivimos el mejor momento en toda la historia de la civilización. Siempre he pensado que, si el mundo quiere conocer a fondo el germen de sus principales problemas, Colombia representa el microscopio perfecto para observar la magnitud de su gravedad, y también de un potencial de desarrollo infinito que despreciamos por falta de tener unidad de propósito-país.
Antes de preguntarnos a quien debemos elegir, hay que resolver cuáles son los objetivos y a dónde queremos llegar como nación y con qué prioridades. Estamos sumidos en un debate inconducente de derecha e izquierda, cuando primero tenemos que elegir entre el camino del bien o el camino de la destrucción. ¿Qué importa quienes resulten postulados para las elecciones si el país productivo no les define qué necesita y cómo lo quiere conseguir?
Que ante el grave espectáculo que conforma hoy el manejo de la cosa pública, nuestros líderes empresariales no pequen por exceso de espacio en los calzoncillos y participen del debate que se avecina, de forma tal que primero elijamos la hoja de ruta de la legalidad y el desarrollo de la nación, y no a alguien para ver si de pronto funciona. No se trata de elegir más reyecitos que hagan lo que se les dé la gana a cuenta de los demás en los palacios de la justicia, de gobierno y en el congreso.