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José Obdulio Gaviria*                                                  

Desde que María Corina es la comandante en jefe de la campaña para derrotar a la tiranía de Venezuela no ha habido un milímetro de improvisación.

María Corina conoce al enemigo y lo enfrenta con precisión quirúrgica. Tiene identificadas sus fortalezas y diagnosticadas sus debilidades. Ella diseñó una estrategia impecable para obtener la victoria y una táctica implacable para reclamarla.

Y no ha dejado nada al azar: contra el parecer de expertos que de buena fe recomendaron no participar porque legitimaría unas elecciones fraudulentas, ella animó y ganó una consulta de la oposición para nominar candidato único. Luego, durante semanas le hizo creer a Maduro que su lucha era personalista y que solo su nombre era viable como candidata de la oposición. Después lo distrajo con una candidata de remplazo, la filósofa Corina Yoris, a quien, como es obvio, Maduro no dejó inscribir. Pero el último día del plazo de inscripciones y sin que nadie reparara en el hecho, inscribió a un solitario, desconocido y aparentemente inofensivo Edmundo Gonzáles Urrutia. Y cuando Maduro y Diosdado celebraban su triunfo anticipado por ausencia de competidor de la oposición, María Corina anunció que sí tenía candidato único: Edmundo Gonzáles. ¡Y fue Troya en las filas chavistas! Pero nada podían hacer ya. Y comenzó la campaña que Maduro y Diosdado ni preveían ni querían. 

María Corina supo responder y superar todos los desmanes, obstáculos al transporte, al alojamiento, las amenazas, el saboteo de las comunicaciones, de la propaganda, de la organización; las capturas y persecuciones.

Y, lo épico: preparó meticulosamente un día de elecciones que en el futuro será materia de estudio en todos los programas de ciencia política del mundo.

María Corina estructuró en dos años una organización ciudadana monolítica que debía mostrar toda su valía el día de elecciones: sus equipos en todo el país movilizaron votantes, defendieron el sufragio y enfrentaron a las autoridades electorales. En algunos centros de votación, los “comanditos” tuvieron amenazas y represalias, pero su determinación fue inquebrantable. “Nos enfrentamos al CNE y al Plan República para exigir nuestros resultados. Sabíamos que no iban a querer entregar los resultados reales y también que nuestro trabajo era un posible peligro para todos, pero lo logramos”, dijo a la prensa uno de los coordinadores.

La formación electoral incluyó a toda la comunidad, con talleres, charlas vía Zoom, flyers y boletines que se enfocaron en la legislación electoral y los roles de los miembros de mesa. La participación ciudadana fue crucial, desde la defensa del voto hasta el apoyo logístico (refrigerios y transporte para los votantes).

La organización convocó, cualificó, organizó y empoderó un ejército de 600 mil voluntarios para vigilar 30 mil mesas de votación. Esa estructura logística y humana hizo que el fraude fuera imposible. Los 30 mil "comanditos” como los llamó María Corina, cada uno con un mínimo de 10 integrantes, desvertebraron la trama tramposa y criminal del régimen y garantizaron lo que parecía un imposible: la transparencia de las elecciones presidenciales en la Venezuela chavista de 2024.

Cada “comandito” tuvo funciones muy específicas, operó bajo una jerarquía horizontal, usó un lenguaje físico secreto para comunicarse y se armó con elementos tecnológicos de última generación. Su coordinación fue impecable y el centro de cómputo y la administración de las páginas web estuvieron a la altura de lo mejor del mundo. La izquierda chavista, en cambio, presentó ante una expectante opinión internacional los (sus) “resultados” apuntados en una servilleta. Hasta los aliados de Maduro, como los zurdos del Grupo de Puebla y del Foro de Sao Paulo, por ejemplo, les tuvieron que decir que se volvieran serios.

La izquierda hizo el ridículo en Venezuela y está tratando de enmendar la plana a la manera comunista y nazi: internamente, a punta de gritos, bala, tortura y cárcel. Externamente, a punta de mentiras.

María Corina, como un general que aguanta a sus tropas para que solo disparen cuando se les dé la orden, esperó impasible que Maduro hiciera el primer movimiento. El domingo 28, a pesar de que a las diez de la noche ella ya tenía el 73% de las actas y sabía a ciencia cierta que había triunfado, esperó a que el CNE hablara. Ni siquiera permitió filtrar los resultados a la prensa internacional o a los influencer extranjeros, quienes, firmes, esperaban una señal de María Corina para inundar las redes desde todos los confines del mundo. Cuando por fin el inefable Elvis Amoroso salió a anunciar su resultado inventado, María Corina hizo una movida impecable: simplemente pidió las pruebas (las actas) y anunció que ella también tenía copia autentica y que su resultado era distinto: 67% González y 30% Maduro.

Y, claro, todo el mundo, a la izquierda y a la derecha, dijo que eso estaba bien, que María Corina tenía razón. ¿Saben por qué hablo así la izquierda internacional? Porque creían que Maduro había hecho bien hecha la trampa y que María Corina no había preparado bien su defensa y su contraataque. La izquierda no creía que Maduro fuera tan estúpido como lo es y que María Corina fuera tan inteligente como lo es.   

Han pasado diez días sin que Maduro y su fraudulento CNE publiquen nada. Y, al contrario, María Corina pudo declarar el lunes 29: “Ya podemos probar la verdad. Después de 24 horas de trabajo ininterrumpido, nuestros comanditos han hecho un trabajo excepcional. Y mientras el régimen durmió muy preocupado, nosotros no dormíamos porque estábamos muy ocupados”.

Vale la pena anotar (para experiencia de los colombianos) que la tecnología está jugando un papel crucial en la victoria. Los “comanditos” -apoyados por testigos electorales de otras campañas que tenían acceso a las mesas y hasta por miembros de la fuerza pública-, hicieron posible que el componente tecnológico de la organización escaneara, digitalizara y colocara todos los datos en una web robusta, diseñada para garantizar la seguridad de los datos a pesar de los ataques cibernéticos. Esa página web permite a los ciudadanos verificar las actas de sus centros de votación mediante un código QR único, asegurando la transparencia del proceso. La ciudadanía contribuyó al respaldo de estas páginas, construyendo sitios alternativos para mantener accesible la información en caso de que las páginas oficiales fuesen derribadas.

María Corina cercó a Maduro en el ámbito electoral y en el mediático. No le dio tregua y ha mantenido una presión constante con amplia resonancia internacional.

El reconocimiento del triunfo de Edmundo González y del fraude de Maduro es mundial. Se van estrechando los cercos de opinión y jurídico alrededor del presidente Maduro y su derrota es inminente.

En resumen, María Corina Machado ha demostrado ser una estratega formidable y Maduro y Diosdado han mostrado ser ídolos de barro, dos fugitivos internacionales quienes, si el Departamento de Estado oye la propuesta de @BaylyOficial y @cocando y aumenta la recompensa por su captura a 100 millones de dólares, antes de enero de 2025 estarían rindiendo cuentas ante la justicia.  Cien millones de dólares acaban con la poquita cohesión que todavía tenga la banda conocida como “Gobierno de Venezuela” o “Cartel de los Soles”.

@MariaCorinaYA

@AlvaroUribeVel

@CeDemocratico

* Publicado en su cuenta de X (@JOSEOBDULIO) en agosto 8 de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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