Chile, después de la polarizante e inútil lucha Constitucional, parece estar en un camino de búsqueda de consensos. El imperio de las instituciones de nuevo prevalece.
Aquí muchos discrepamos de los caminos propuestos por el Gobierno para resolver los problemas sociales. Una economía que destruye valor jamás construirá equidad sostenible. Un aparato estatal gigante y un sector privado enano garantizan la generalización irredimible de la pobreza.
La inestabilidad Constitucional, la inseguridad jurídica, impiden echar raíces sólidas de progreso.
Los ajustes, sean Constitucionales, legales, administrativos, que son la savia vital de la democracia, no pueden ser remplazados por el ultimátum de imposición o destrucción.
Los jóvenes no necesitan incertidumbres constitucionales.
Los jóvenes requieren un país seguro, con democracia estable y reglas claras y duraderas. La necesidad de educación pertinente, universal, de calidad, de buenas oportunidades laborales y de recursos para el emprendimiento, está asociada al emprendimiento privado vigoroso.
La desconfianza social estanca a la sociedad, frena la inversión, marchita el interés en el país y promueve el éxodo ciudadano.
* Publicado en su cuenta de X (@AlvaroUribeVel) el 16 de marzo de 2024.