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Alfonso Monsalve Solórzano

La argumentación es el conjunto de técnicas con las que alguien intenta persuadir a otros de sus puntos de vista. Es una disciplina más vieja, si se quiere, que la lógica. Los griegos la llamaban retórica.  Platón la detestaba porque podía usarse para hacer admitir falsedades, como lo hacían los sofistas, que, además, cobraban por enseñarla, cuando de lo que se trataba era de llegar a la verdad. Por eso, la única argumentación que admitía era la que conducía a que el destinatario la admitiese.  El método para conseguirla era la dialéctica, más precisamente, la mayéutica, en la que un interrogador lleva a un interrogado, mediante el uso de preguntas, a que este descubra la verdad.

Pero mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces. En la segunda mitad del siglo XX se abre una distinción entre racionalidad científica, cuyo objeto es la consecución de la verdad, y racionalidad práctica, cuyo objeto es obtener un acuerdo o hace runa refutación. La ciencia actual se expresa en sistemas hipotético deductivos y su lenguaje es la matemática. En ella, una vez aceptadas las premisas fundamentales de una teoría, sus leyes básicas, se deducen las otras verdades mediante la aplicación de las matemáticas, para obtener las otras verdades, sus teoremas. La característica del razonamiento matemático es que, admitidas todas las premisas como verdaderas, las conclusiones son NECESARAMENTE verdaderas. Como dijo Stephen Hawking, uno no discute con un teorema

La Nueva Retórica o Nueva Dialéctica o Teoría de la argumentación, desarrollada por el polaco-belga Chaim Perelman el siglo pasado, es una de las versiones actuales, originadas en la retórica y la dialéctica griegas.  Esta teoría concibe la dialéctica como la teoría de la discusión para refutar el punto de vista (tesis) de un interlocutor o persuadirlo para que admita uno. La teoría de la argumentación incorpora la retórica como un caso especial de la dialéctica, porque cuando uno se forja una opinión siempre hay un proceso de diálogo interno

Es un método para admitir o refutar conclusiones, según el peso de los argumentos que se utilizan en las premisas. En este método se discute las premisas, se objeta los puntos de partida, hasta ese momento admitidos y propone nuevos consensos sobre el particular a la comunidad a la que se destina el razonamiento. Se expresa siempre en lenguajes naturales, como el español y el inglés.  Su característica central es que siempre admite argumento en contrario. Es decir, en principio, toda conclusión es refutable, Es decir, en principio, No se trata, entonces, de la verdad, sino de la opinión. Una conclusión en este tipo de racionalidad, no es verdadera o falsa, sino razonable o irrazonable, en distintos grados, es decir, según la fuerza que sus argumentos tengan. Por decirlo de otra manera, una conclusión argumentativa siempre pesa los argumentos a favor y en contra de la tesis que se defiende y, según esa tasación toma una decisión.

La argumentación se da en la discusión sobre valores políticos, éticos, estéticos, que tienen siempre como referentes las creencias admitidas por una comunidad en esos campos, lo que Perelman llama el sentido común de ese auditorio, que puede ser la humanidad entera, en un determinado momento histórico. Incluso, si bien, en las teorías científicas no se discute con un teorema si se ha admitido la verdad de las premisas, lo que ocurre es que, cuando estas se refutan, sucede un cambio de paradigma científico, que produce un nuevo modelo teórico que funciona hasta cuando el mismo resulta refutado.

Hay pensadores que han utilizado este tipo de concepciones para afirmar que no hay verdad y que los valores como la libertad, la solidaridad, valores estos de la Modernidad; el bien, el mal y la decencia, etc., son relativos, por lo que todo está permitido. Son los posmodernistas.

Lo que pretermiten estos pensadores es que, en una sociedad determinada, pensemos en la sociedad global, hay valores como la libertad, la justicia, los derechos humanos, la democracia, el progreso, que han demostrado que traen beneficios a la humanidad entera. Estamos lejos de vivir en un mundo perfecto, pero las cifras muestran que la aplicación de esos valores a escala global han conducido a las sociedades que los aplican, a mayor bienestar, han mejorado la esperanza de vida, la educación, la salud, los ingresos a miles de millones de personas; La economía de mercado ha creado riqueza que ha podido irrigarse  a numerosas personas ,la democracia liberal ha permitido que los pueblos florezcan,   la educación ha creado oportunidades cunando se aplica a escala. Y la misma mirada conduce a mostrar que la dictadura, la violencia estatal, la negación del, han causado desastres donde y cuando han sido aplicadas.

Y Colombia no es la excepción. Este país ha progresado, la gente vive más, tirne un sistema de salud eficiente, un sistema educativo que, a pesar de algunos profesores, abre oportunidades a muchos; la gente ha mejorado sus ingresos, ha habido más trabajo y más emprendimiento, más libertad, a pesar de los esfuerzos de los violentos y de los dueños de la economía del narcotráfico y la minería ilegal por destruir la democracia; hay más oportunidad de informarse, más opinión, a pesar de los malos usos de las redes sociales que obedecen al gobierno y que funcionan para destruir, precisamente,  la democracia y perseguir a los opositores; hay  más participación política.

a nivel global, personajes como Putin, Maduro o Díaz – Canel u Ortega, son especialistas en usar las herramientas del lenguaje parea distorsionar la realidad e intentar justificar ante propios y extraños sus tropelías. Pero ya nadie les cree. Al menos nadie decente les cree. Es sólo el peso del fisil a la espalda de sus ciudadanos y el juego geopolítico mundial lo que los mantiene en el poder. Pero sus tropelías no pueden negar las realidades de sus desastres humanitarios y de sus crímenes. Porque la falsedad, la mentira y las falacias están ahí a la vista de cualquiera que quiera verlas. Y afortunadamente, ahora hay muchos que lo desean.

Petro, a su vez, ha montado su relato tratando de refutar y tirar por la borda todo lo que ha hecho bien Colombia. Y para hacerlo, echa mano, entre otras cosas a argumentar erróneamente de manera consciente, creyendo que el uso argumentativo espurio del lenguaje le ayudará a sus propósitos. Aquí citaré sólo unos pocos ejemplos a los que el lector podrá agregar los suyos, si lo desea

El uso de la mentira para justificar sus acciones y planes, queda expuesta ante la gente, que reacciona con ira cuando, por ejemplo, escucha de labios del presidente, que no hubo intento de golpe a la justicia mediante la toma del palacio de justicia, que fueron cuatro peludos y que los magistrados de la CSJ nunca estuvieron en peligro. Y lo dijo contra toda evidencia.

O cuando dijo la mentira de que estaba promoviendo la decencia, al insultar a la Corte, a la Fiscalía, a los periodistas y a los opositores, para ocultar que la corrupción está en el centro de las investigaciones que le hacen a su campaña.

La mentira nunca ha sido un buen argumento político, menos aún, cuando van acompañadas de ominosos silencios como el que ha tenido por la ilegal inhabilitación madurista a la aspiración presidencial de María Corina Machado, o la expulsión de funcionarios honestos de la OU por parte de ese régimen y el negarse a condenar los crímenes de Hamás.

¿Y qué decir, de sus falacias argumentativas?

Usa la falacia ad ignorantian, según la cual, en sus redes sociales afirmó que el covid lo produjo el cambio climático, agarrándose de manera abusiva de una teoría de un científico inglés, esto, con el objeto de esconder, aquí en el país, que dejaron él y su ministro antivacunas de salud, millones de dosis contra el COVID para niños y adultos.

O la falacia del argumento de autoridad, cuando dijo que la OEA, al CIDH y la ONU, algunos de cuyos funcionarios fueron tramados o a quienes invocaron la solidaridad ideológica, exigieron el nombramiento inmediato de Fiscal; esto para hacer ver que la CSJ estaba delinquiendo al no nombrarle ya una de las personas ternados para tener un fiscal de bolsillo.

O la falacia de falsa presunción, según la cual la gente del Sur emigra al Norte porque se está quedando sin agua y no porque tiene pésimos gobiernos, como el de Petro, que no han posibilitado el desarrollo de sus economías.

Y qué decir de las falacias ad hominen -contra la persona- cuando acusa, sin pruebas, de mafiosos y de paramilitares a los congresistas, periodistas, empresarios y ciudadanos que lo critican, para esconder que es él quien ha vivido rodeado de mafiosos y negocia con ellos todo tipo de gabelas para destruir nuestro estado de derecho.

Él cree que esas perversas estrategias argumentativas   le funcionan bien, pero la realidad es que son pésimas herramientas en su intento de persuadir a los colombianos. En efecto, ya lo tenemos, como se dice coloquialmente, pillado. Cada mentira y cada falacia le hace perder credibilidad y respeto entre los colombianos.

Y la experiencia dice que continuará mintiendo y haciendo falacias durante su gobierno, lo que constituye una peor expectativa para él, porque es evidente que no puede cerrar su boca. Muy malo para él, pero ese es su talante. Su estilo retórico es su firma.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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