La traición, una de las cosas más peligrosas a la que estamos expuestos porque como dice el proverbio chino “es más fácil esquivar la lanza que el puñal oculto”, suele ser frecuentemente el resultado de la acción de alguien malvado contra otro que no lo era, así como Judas traicionó a Jesucristo, o como describe el Acto 3 del Julio César de William Shakespeare, cuando Bruto, en la lista de los afectos de Julio César, lo apuñala en compañía de los demás conspiradores a la entrada del Senado.
Pero la traición también se da entre malvados. Recordemos la de Hitler a Stalin, un par de “joyitas” que compiten en el infierno por el puesto del más corrompido de la especie humana, cuando luego de haber firmado un pacto en 1939, el Ribbentrop-Mólotov, Hitler logra convencer al paranoico Stalin, a quien odiaba y era igualmente correspondido, de aprovechar una potencial guerra en Europa, la que Hitler estaba planeando, no atacarse y repartirse las tierras que ambos habían perdido como resultado de la Primera Guerra Mundial. Hitler, luego de conquistar el flanco occidental de Europa, traicionó a Stalin, atacándolo en junio de 1941, lo que al testarudo Stalin le costó admitir al inicio, y supuestamente le provocó una depresión tan severa que lo llevó a retirarse a su casa en Kúntsevo, sin recibir a nadie ni tampoco cumplir su agenda, intentando ahogar el dolor de su ego herido, probablemente en cafeína, que ahora resultó ser más adictiva que la cocaína. El canciller Molotov le dijo al ministro de Comercio, Anastás Mikoyán que: “Stalin había estado en tal estado de postración durante los dos últimos días que no estaba interesado en nada, no mostraba ninguna iniciativa y se encontraba en mal estado”.
Hace pocos días vimos un envenenado intercambio entre quien nos desgobierna y su camarada ideológico, Mordisco, en el que el primero le dice al segundo que ya no se viste de guerrillero sino de narco, y el narco le responde diciendo que ellos no son narcos, y que a diferencia de “alguien”, tampoco consumidores. Las puñaladas no son cosa del pasado, diría el espíritu de Julio César.
¿Pero será que de verdad este intercambio de puñaladas verbales es el rompimiento definitivo de una coexistencia mutuamente beneficiosa? Que no los traicione la ingenuidad. Los cárteles narcoterroristas no van a perder la oportunidad de tener a un camarada de presidente, quien les quiere ofrecer mucho más de lo que antes, su aliado, Santos, en el mismo cargo les ofreció. ¿Ustedes creen que querrán que llegue un nuevo gobierno que restablezca la política de Seguridad Democrática que los puso en el camino de la derrota y además hizo evidente que no eran “actores políticos” sino “delincuentes organizados”? Ellos pelearán en público, pero nada más. Las puñaladas serán para el país.
“No morirás a manos de traidores, a no ser, César, que contigo vengan”, dice Bruto en la escena 1 del Acto 4.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 13 de noviembre de 2023