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Saúl Hernández Bolívar

Wittgenstein en el Tractatus lógico–philosophicus (1921, proposición 5.6) sostuvo que “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”.  En conjunto con las otras proposiciones, ese extraño y asombroso libro proporciona, además, el soporte a la escuela del positivismo lógico del llamado Círculo de Viena, de la que nunca hizo parte; aunque de esto último no voy a ocuparme aquí, sino más bien de una versión de solipsismo que aqueja a Petro y su gobierno.

En efecto, el presidente no tiene contacto con el mundo exterior sino dentro de los límites de su lenguaje, compuesto por un arsenal de lugares comunes que interiorizó de la escuela hegeliana de izquierda del siglo XIX, de la que Marx era miembro, que tiene a la lucha de clases como el motor de la historia y la derrota de la burguesía por el proletariado mediante la revolución, teorizada por el Lenin -el autor del Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo-, en su libro El Estado y la revolución, de comienzos del siglo XX, a la que agrega algunas pinceladas de ambientalistas radicales de Murray Boockchin, de comienzos de los 60, todos anteriores al colapso de la Unión Soviética y el fin del socialismo real como tendencia histórica que perdura en la sociedad global. A ellos habría que sumarle alguna exégesis de feminismo radical, tal vez de Sulamith Firestone y otras, y de distintos teóricos del pluralismo étnico de izquierda, como Nancy Fraser, y del pluralismo sexual de izquierda.

No estoy diciendo que Petro haya leído a todos esos autores, pero lo que sí es seguro es que, al menos, ha conocido resúmenes y se ha apropiado de los lugares comunes en los que esas doctrinas se convierten cuando sus seguidores las vulgarizan hasta el punto de que sus valedores finales sólo conocen una visión simplificada y a veces desvirtuada de ellas a través de manuales y frases sueltas (como Las Venas Abiertas de América latina, de Eduardo Galeano o de un resumen de esta obra).

El punto es que Petro ha fijado un acervo de creencias y las ha validado como verdaderas y ha cerrado su pensamiento a cualquier otra teoría o persona que las cuestione. Para nuestro presidente, el límite del lenguaje es el límite se SU lenguaje. No escucha a nadie que hable o piense distinto a no ser para descalificarlo. El lenguaje del otro simplemente no existe para él.

Así ocurrió en la hasta ahora fallida reforma a la salud: no aceptó ninguna propuesta que no fuera la suya, en coordinación total con la siquiatra Corcho que fungió como muñeca del ventrílocuo. También repite el mismo discurso en distintas circunstancias, incluso presentándose a sí mismo como un teórico sin igual y un pensador de vanguardia, en auditorios ante los que pronuncia incoherencias, como hizo, por ejemplo, en París; o se lamenta en Berlín, de que el muro de esa ciudad haya desaparecido; o habla contra el capitalismo en Davos. Adicionalmente, suele presentarse como el representante del pueblo, aupado y engolosinado por su corte de áulicos, capaces de decir cualquier cosa para congraciarse con él, mientras las encuestas lo muestran en picada.

Algunos conocen bien su solipsismo y lo utilizan para sacar partido. Lo malo de esto es que las consecuencias de lo que ocurra la pagamos los colombianos todos. Creyó que, en la puesta en marcha de la paz total, lo que él decía era lo que realmente ocurría, pero el ELN, que también es solipsista, lo puso en su sitio al comienzo del año, cuando dijo que la tregua que Petro había afirmado que comenzaba con ellos, ni siquiera se había discutido. Le fue bien. Ya la historia va en que el presidente esta semana reconoció al ELN como una organización política rebelde. Eso significa lo que ya todos sabíamos, pero algunos se negaban a creer: que la negociación incluirá asuntos estructurales que afectarán el modelo de estado que tenemos para tratar de convertirnos en una dictadura de orientación marxista, que en las circunstancias actuales es una mezcla de socialismo del siglo XXI de Chávez – Maduro, con la teología de la liberación de Golconda.

Esa negociación es la máxima expresión del solipsismo de Petro y, del ELN, que comparten esta metodología y la doctrina subyacente. Y si no me creen miren como sería: habría, por pedido del ELN y con la total aceptación del gobierno, una Comisión Nacional de Participación, que se acordó el pasado 9 de junio, junto con el acuerdo de cese al fuego, “que será el organismo encargado de recoger, sistematizar y presentar las propuestas de la sociedad civil que deben ser acogidas de manera automática y vinculante por la mesa de negociación” (https://www.elespectador.com/colombia-20/paz-y-memoria/dialogos-con-eln-fases-y-proceso-de-la-participacion-de-la-sociedad-civil/”.  Obsérvese la palabra “vinculante”.

La Comisión “estará conformado por 80 integrantes que representan a 30 organizaciones de pueblos étnicos, organizaciones, gremios e instituciones” (Ibid) y su objetivo será “construir una agenda de transformaciones para la paz, impulsada a partir de una alianza social y política que conlleve a un gran Acuerdo Nacional para la superación del conflicto político, social, económico y armado”. En otro aparte del documento se asegura que este proceso está “destinado a fortalecer y desarrollar la democracia en todas sus formas” (Ibid).

Pero vean ustedes la composición de la Comisión:

“Comando Nacional Unitario, FECODE, Unión Sindical Obrera, Asociación Nacional de Trabajadores Independientes, Dignidades Campesinas, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, Coordinador Nacional Agrario, Asoganorte, Convención Nacional Campesina, Red Nacional de Representantes Estudiantiles y el Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior.

Además, la Mesa Permanente de Concertación Indígena, Comisión Consultiva de Alto Nivel, Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano, Red de Mujeres del Caribe, representante del pueblo Rrom, Consejo Nacional de Juventud, Bogotá Primera Línea, Cali Primera Línea, Red Nacional de Mujeres, Comisión Nacional de Mujeres Indígenas, Juntanza de Mujeres por la Paz, Colempresarias, Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, Colombia Diversa, RedPapaz, Movimiento Nacional Carcelario, Personas Privadas de la Libertad y Mesa Nacional por la participación de Víctimas

También estará el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Foro Internacional de Víctimas Europa, COLPAZ, MOSODIC, Coordinación Colombia Europa EEUU, Alianza de organizaciones sociales, Plataforma de DDHH Democracia y Desarrollo, Defendamos la Paz, Redepaz, Ciudadanos por la Paz, Coordinadora Nacional Humanitaria, Consejo Nacional Ambiental, Ríos Vivos Nacional, ACA, Ascun, Redunipaz, Confederación nacional de Acción Comunal, Agrosolidaria.

Así mismo, estará el Consejo Gremial Nacional, ACOPI, CEC, DIPAZ, CEDECOL, Mesa Interreligiosa, medios alternativos, Movimiento Nacional Viviendista, Congreso de los Pueblos, Asociación Colombiana de Petróleos, Asociación Colombiana de Minería, Federación Nacional de Mineros, Mesa Social Minero Energética por la Paz, Comisiones de paz de Senado y Cámara, Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Defensoría del Pueblo, Consejo Nacional de Paz Convivencia y Reconciliación, ACORE” (ibid).

Como dije más arriba, mayor acto de solipsismo es imposible: saquen al Consejo Nacional Gremial, Asociación Colombiana de Petróleos, Asociación Colombiana de Minería, Federación Nacional de Mineros, la Defensoría del Pueblo y Acore, cinco gremios y una entidad del estado, para que verifiquen que es un dialogo de yo con yo en la que esos seis actores serán convidados de piedra. ¿Ustedes piensan que las “recomendaciones que de allí salgan favorecerán a alguien distinto a Petro y el ELN? Lo que recomienden será asumido por la mesa de negociación y convertido en ley de la república o norma constitucional, como sucedió con las FARC. El cambio de nuestro modelo de estado impuesto por la puerta de atrás. Y un proceso de negociación con reconocimiento político es lo que también se nos viene con el Estado Mayor Central y la Segunda Marquetalia. Y reforzado con la presencia de cien mil mercenarios pagados por Petro con el dinero de los colombianos, para que “no maten”.

Por estas razones debemos estar vigilantes. El discurso de la oposición debería exigir el fin de esas negociaciones y si esto es imposible, la refrendación popular (de verdad, no como con Santos) vinculante de cualquier acuerdo e introducir este tema crucial a los objetivos de la unidad nacional que se está construyendo para defender nuestra democracia.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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