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Saúl Hernández Bolívar

Hace días habíamos trinado que a Benedetti lo podían ‘suicidar’ por saber demasiado. Pero era obvio que Armandito no es el único que está en peligro, como lo demuestra la muerte del coronel Dávila.

Pasará a la historia como una coincidencia insólita el hecho de que hayan aparecido los cuatro niños perdidos en la selva al mismo tiempo que se ‘suicidaba’ el teniente coronel Óscar Dávila, el oficial de Policía que sabía de primera mano los intríngulis del interrogatorio al que fue sometida la niñera de Laura Sarabia y la interceptación de su teléfono. Así, por obra y gracia de la casualidad, todos los medios se dedicaron a hablar de los niños y dejaron de lado la muerte del oficial.

Hace días habíamos trinado que a Benedetti lo podían ‘suicidar’ por saber demasiado. Es el estilo de la izquierda, como en el caso del fiscal Nisman en Argentina. Pero era obvio que Armandito no es el único que está en peligro, como lo demuestra la muerte del coronel Dávila y las muchas preguntas que genera su supuesto suicidio.

Para empezar, es difícil de digerir que alguien se suicide después de haber enviado una carta al Fiscal General de la Nación en la que se ponía a órdenes del ente investigador para dilucidar el caso de la niñera de Sarabia, todo en medio de la pelea entre Petro y el fiscal Barbosa, cuya independencia ha tratado de ser quebrantada por el gobierno del guerrillero.

Pero la mayoría de las dudas se originan en las circunstancias de su muerte, en las versiones contradictorias de la misma y en las precipitadas declaraciones de Petro y su abogado Del Río Malo, quienes se apresuraron a catalogar el hecho de ‘suicidio’ minutos después de ocurrido, lejos del dictamen pericial de Medicina Legal, que tarda varios días.

Sin importar si se trata de suicidio o de homicidio, los interrogantes que suscitan las circunstancias de esta muerte son demasiados, como ¿por qué el escolta dejó su arma en el carro cuando fue a comprar agua? ¿Por qué el coronel usó el arma del escolta y no la suya, o es que no la cargaba? ¿Por qué un reportero habla de dos disparos? ¿Por qué parar a comprar una botellita de agua a media cuadra de la casa? ¿Por qué llegó primero el personal de la Casa de Nariño al lugar de los hechos que los investigadores de la Fiscalía si esta entidad queda a una cuadra?

Y las diversas versiones que se dan sobre el asunto no son menos confusas: ¿Dávila se suicidó a solas y el escolta lo encontró muerto o lo hizo delante del escolta? ¿Si fue así, es cierto que se suicidó forcejeando con el escolta? ¿Y al fin qué, se suicidó con su pistola o con la del olvidadizo guardaespaldas?

A diferencia de Dávila, otros tres policías se negaron a declarar ante la Fiscalía por el caso de la niñera de Sarabia, alrededor de lo cual se instauró la ley del silencio: el que hable se muere. Esto recuerda las muertes del Proceso 8.000, como la del chofer de Serpa, la de la Monita Retrechera y hasta la de Álvaro Gómez Hurtado. Aquí se está intentando tapar algo muy grande que podría tener lazos en países vecinos y muchos ceros. Además, el presidente está desesperado, solo sacó 20.000 personas a las marchas y ahora, más radicalizado, quiere callar a los medios e implementar unas supuestas «asambleas populares» cuyo mandato habría que obedecer. Ese sí sería un verdadero «(auto)golpe blando».

Benedetti debe confesarse con los gringos antes de que se suicide o fallezca en un extraño accidente. Él es el hombre del título. Así se llama un libro de Chesterton, y también una película de Hitchcock que no está basada en el libro. Saber demasiado es un peligro.

@SaulHernandezB

Medellín, 12 de junio de 2023

[Se autoriza su reproducción total o parcial citando el autor]

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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