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Carlos Salas Silva      

A la brava, sin consideración alguna, así se impondrá la voluntad de Petro muy a la manera de Ortega y Maduro con quienes compite en arrogancia y estupidez; defectos que al mezclarse son tremendamente dañinos y cuando se encuentran en tan altas dosis en personajillos de cuarta que, sin saberse cómo, han usurpado sus poderosas posiciones, resultan destructoras. A la mala escribo sobre estos asuntos cuando debería ocuparme, por ejemplo, de Picasso habiendo pasado, quién lo creyera, medio siglo de su muerte. O del significado de una semana de reposo y meditación que se nos ofrece cada año cuando ha transcurrido un cuarto del mismo, lo que nos permite fortalecernos espiritualmente para los tres cuartos restantes.

A la mala nos tenemos que aguantar esta penosa situación, pero, si nos lo propusiéramos, podríamos recobrar un poco o mucho del optimismo y la esperanza que nos han sido arrebatados. Porque nos quieren ver sin ilusiones, con el ánimo por el suelo y en un estado de debilidad paralizante. No les queda difícil y conocen muy bien la manera siguiendo el ejemplo de años de desastres causados por gobiernos similares al que ahora padecemos los colombianos. A pesar de los malos presagios, nos aferramos a la idea de que nunca caeríamos tan bajo, lo que nos llevó a bajar la guardia con las funestas consecuencias que hoy padecemos.

Cesar Vidal termina siempre su editorial en La Voz repitiendo el estribillo: “Los poderosos muchas veces parecen gigantes porque se les contempla de rodillas. Ya va siendo hora de ponerse en pie”. A un Petro no lo vemos como gigante sino por una distorsión en la percepción, no es posible de otra manera. Tan solo por el ángulo desde el que observamos a ese insignificante ser, lo vemos encumbrado sin percatarnos de que se encuentra encaramado en un inestable andamio de palos mal sujetados unos a otros o simplemente de pie mientras su pueblo se le arrodilla. A este, como a otros de su calaña, lo vemos desde abajo y detrás de un parapeto que lo protege. Vidal no se cansa de repetir lo mismo refiriéndose a los vasallos de la agenda globalista y en muy contadas ocasiones a uno de ellos, al que le tiene por mote el de “chofer de Clinton”, que no es otro que quien, desde nuestra posición, lo vemos encumbrado por haber ganado unas elecciones a la mala alcanzando su ansiada ambición de ser el presidente de un país pobre y entristecido. De ese espécimen los hay en todas las latitudes del planeta a quienes se les reconoce por su vanidad y su poca empatía con su gente. No sería difícil contemplarlos en su ridícula pequeñez si nos pusiéramos de pie. Han tenido por maestros a un Hitler, un Stalin, un Mao, un Mussolini y hasta un Castro y un Chávez despreciando cualquier enseñanza que los hubiera conducido a la humildad que se requiere cuando se trata de dirigir el destino de un pueblo.

Mientras que a la brava nos forzarán a caer en el abismo, a la buena y de forma milagrosa, recuperaremos nuestra dignidad perdida. Parafraseando a Vidal, ya va siendo hora de ponernos en pie de lucha y para ellos es necesario comenzar por ponernos de pie.

KienyKe

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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