El significado le da sentido a la vida, porque el significado representa para los sentidos, la mente, los sentimientos, las emociones, el cuerpo en general, lo que la cosa ES; es decir, una verdad que nos da tranquilidad. Por otra parte, el sinsentido de las acciones destruye ese significado. UN EJEMPLO. ¿Qué sentía, pensaba, imaginaba, el amable lector cuando jugaba fútbol con los amigos? Creo que bienestar físico y exultación mental, si ganaba; pero si eso no ocurría, la alegría de haber jugado. Valía la pena; TENÍA SENTIDO, el esfuerzo de haber practicado. Además, si pertenecía a un buen equipo, se alegraba por los otros compañeros cuando sus triunfos eran reconocidos.
Cuando llegaba a casa, como lo haría cualquier niño de siete añitos, corría al álbum Panini a pegar las monas que le había conseguido su padre. Hablaban, comentaban el partido que había jugado en el colegio y expandían su conocimiento de los jugadores famosos, recordando sus hazañas. Ese día, al acostarse, su madre le acompañaba en sus oraciones. O le leía su cuento favorito, abrazado a un osito de peluche que le hacía experimentar ternura y compañía. Es decir, al final del día ese niño se acostaba tranquilo con una verdad indiscutible: había sido feliz.
Pero esa felicidad podría desaparecer poco a poco, con las mentiras que iría descubriendo de adulto porque se daría cuenta que la relación con la verdad es complicada. EJEMPLOS: Bill Clinton calificó su ADULTERIO como algo políticamente incorrecto, y dejó a muchos dudando sin saber qué pensar. Donald Trump dijo: “Gané el voto popular, si deduces el número de personas que votaron de manera ilegal.” Es decir, ciertos mandatarios tienen licencia para mentir si, como el agente 007, James Bond, lo hacen con estilo, teniendo el permiso de la reina. Eso lo hacía feliz porque podía hacer lo que se le diera la gana, con el aplauso de mujeres hermosas; lo que ocurre solamente en las películas.
Porque en la realidad, Drageset, Haugan y Tranvåg (2017), ‘descubrieron’ cuatro experiencias principales que fomentan el significado y el propósito en la vida real haciéndonos felices. En el caso del niño arriba mencionado: 1. Bienestar físico y mental. (Fútbol) 2. Pertenencia y reconocimiento. (El equipo). 3. Actividades atesoradas personalmente. (Coleccionar monas para el álbum). 4. Cercanía espiritual y conexión. (Las oraciones/ el cuento con la madre y el osito de peluche) Resultado: Tendríamos un niño feliz, que hoy seguramente es un buen ciudadano. Así que quien se crea James Bond solo podrá ser feliz en su imaginación.
De ahí que las experiencias reales de felicidad se atesoren en el corazón, como algo natural y privado, como respirar, por ejemplo, para ir construyendo un sentimiento personal de VALÍA COMO SER HUMANO que se manifestará frente a los diferentes retos que traerá la vida, construyendo así nuestra DIGNIDAD COMO PERSONA.
Es decir, esas experiencias de felicidad están abiertas a cualquier ser humano; no son un privilegio de clase. Por eso muchos pobres son felices porque la experiencia de ser pobre, que tiene un significado personal y único, busca el mismo fenómeno en su vecino y de esa manera se construye la felicidad social mediante la solidaridad. Es la misma solidaridad que experimenta el soldado en el campo de batalla; la que construye patria, grupo, nación.
Obviamente, según la edad, los escenarios, la profesión y la multitud de experiencias diferentes el sentido de dignidad irá cambiando viéndose fortalecido, amenazado; y en el peor de los casos, destruido por muchas circunstancias: la droga, el delito; sin hablar de las malas decisiones que pueden falsamente ‘inspirar’ una ideología adornada de argumentos inteligentes. Veamos un ejemplo de una persona que ha influido en el mundo de manera negativa, debido a su experiencia de vida.
Cuando Karl Marx argumentó que el odio de clases era lo que impulsaba la historia y se olvidó de la felicidad, MENTÍA, a pesar de que llegó a escribirle poemas de amor a su esposa Jenny Von Westphalen, una aristócrata que renunció a sus abolengos por seguirlo a él y ayudarlo. Al estudiar su vida privada, según Karl Marx. Una biografía de Sven-Eric Liedman, nada de felicidad reconoce en su vida; luego su criterio estaría sesgado por su condición personal de infelicidad arrogante. Fue mantenido por Engels durante 19 años para que escribiera El Capital; la solidaridad de la que llegó a gozar, fue la de los borrachos. No es sino ver cómo fueron sus años en la Universidad de Bonn. Fue presidente del Club de la Taberna de Tréveris, una asociación de bebedores.
Era descrito como un juerguista violento e infiel; embarazó a su ama de llaves y dio a su hijo en adopción. Muy poco preocupado por su formación académica, en 1836, las autoridades universitarias lo expulsaron por “desorden nocturno en la vía pública y embriaguez.” No pagaba las cuentas. Además, su padre lo regañaba por despilfarrador, pues Marx se gastaba el dinero que su padre ganaba sudando la gota gorda. Se metió al periodismo donde empezó a expresar sus opiniones socialistas. Sus compañeros de trabajo lo describían como un hombre dominante, impetuoso, apasionado y con una confianza sobredimensionada en sí mismo. De tal manera que si hubiera sido colombiano lo habríamos llamado: “Una joyita.”
Ahora bien, para salir de ese infierno, la persona tendrá que construir otros significados con la ayuda de amigos, de un grupo de apoyo, el psiquiatra, los médicos, el cura, los consejeros, las diferentes escuelas de autoayuda, etc. Ese es uno de los retos más importantes de la sociedad actual, ya que las llaves de esa cárcel egoísta no están por fuera, sino por dentro del alma del prisionero.
Y en relación con el desvarío de la droga, ese es el crimen y delito más cruel que a diario cometen los narcotraficantes que, además, mediante la corrupción y el engaño, de muchas maneras encarcelan al adicto, a las supuestas organizaciones revolucionarias, a las instituciones decentes. . Por eso a los narcos los fusilan en China porque son los peores enemigos de la sociedad.
Dicho lo anterior, ¿cómo se sale de esa cárcel? Con solidaridad, justicia y acción correcta, todo en uno; lo cual es difícil. Porque la adicción no es sino el ‘congelamiento’ de la voluntad frente a la droga; no se puede dejar de pensar en ella, de amarla letalmente, por el placer, o el falso alivio que da por un momento. Pues bien, ¿acaso ese ‘congelamiento’ no ocurre también frente a muchas otras cosas y escenarios que también destruyen el alma?
Entonces la lucha del drogodependiente no es sino una ilustración pedagógica, en vivo y en directo, de ciertas luchas internas que nadie conoce, pero de las que, posiblemente, el insomnio deja evidencias. Otras, que se hacen públicas, son ‘respetables’ porque son avaladas por la tradición política. Por ejemplo, “El pacto de la Torre del Reloj” del que nos habla María Isabel Rueda en su columna dominical de El Tiempo. Con las recomendaciones de su amigo Juan Lozano en la columna del lunes: “Cinco ‘tips’ para neopetristas tras la voltereta,” que en el lenguaje común y corriente de la especie humana, se conoce como estrategias de supervivencia política.
Así las cosas, y ante el nuevo escenario que plantea el presidente Petro de una paz total que no sabemos qué es, sería bueno que a diario practicáramos cosas sencillas como hacer contacto para conocernos mejor y apreciarnos mutuamente; cooperar ante los problemas comunes; y dialogar para generar confianza. Mediante estas aproximaciones cotidianas vamos construyendo pequeños significados que hacen la vida agradable.
Ahora bien, no sé en cuál de los diferentes diálogos que sostuvo Jorge Luis Borges con sus amigos y colegas de oficio; si en un bar, su casa, o en alguna biblioteca, su asombrosa intuición expresó lo que sigue y que describe de manera sucinta eso de “construir significado”: Dijo el genial ‘porteño’:
“Nuestra vida como estos diálogos y como todas las cosas, ha sido prefijada, también los temas a los que nos hemos acercado. Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir. El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad, son inútiles, perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad. Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error; sobre todo si se oye la conversación como una polémica; si se la ve como un juego en el cual alguien gana o alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación; y poco importa que la verdad salga de uno o de la boca del otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga la razón o que la tenga usted; lo importante es llegar a una conclusión; y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o de qué nombre, es lo de menos.” Ahí dejamos el asunto de la paz total, por ahora.