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Alfonso Monsalve Solórzano

Hay un principio en la ciencia de la pragmática según el cual en la comunicación se presume que quien habla, dice la verdad. Si no fuera así, nunca podría generarse la confianza que la comunicación requiere, ni podría saberse cuando un interlocutor miente o dice algo falso.

En la comunicación política del gobierno actual, la verdad se está convirtiendo en un bien escaso, lo cual genera desconfianza e incertidumbre. Tal vez el gobierno piense que se está saliendo con la suya en cuanto a sus proyectos, los verdaderos, los ocultos, los que no se dicen, pero no hay tal. Los ciudadanos se percatan de ese turbio accionar y la legitimidad se pierde.

En efecto, hablar de transparencia y combate a la corrupción para ganar las elecciones y practicar la maniobra obscura y corrupta para gobernar, pareciera sintetizar la filosofía de la acción del gobierno de Petro. Sólo unos ejemplos:

Duque fue criticado con acidez por la manera como fue elegido el contralor Felipe Córdoba y su cercanía con él, pero la manera como se eligió a su sucesor, Carlos Hernán Rodríguez, es de manual en cuanto al uso del poder para torcer votos a cambio de prebendas. Hernando Alfonso Prada y Roy Barreras le hicieron al presidente Petro el trabajo perfecto en el congreso para asegurar el control fiscal de su gobierno. Ni Santos (de quien Prada es pupilo) hubiese sido capaz de tal “milagro”. Todo, a pesar de que criticó a Duque en su momento y aseguró que en el gobierno actual se garantizaría la independencia de los organismos de control. La consecuencia, las decenas de contralores delegados y los funcionarios que nombrarán, podrán ser ciegos, como la justicia, pero no para ser probos y transparentes, sino para no ver lo que Petro y su congreso arrodillado harán con el erario público.

Y qué decir de sacar pecho porque desmantelará muchas de las consejerías que creó su predecesor, para hablar de “austeridad”, pero, simultáneamente, montar dos ministerios que tendrán centenares de cargos.

Decir la verdad tampoco está de moda en su trato con aquellos que, por alguna razón, detesta: para enviar el mensaje de que tiene cuentas por cobrar, falta a las reuniones más importantes, la de los alcaldes (por aquello de que se reunieron con el candidato Gutiérrez y no con él) y la de reconocimiento de mando por parte de los militares (a los que tiene entre ojos). Lo peor es que después miente y se contradice en la mentira: primero dice que tenía reunión importante, y luego, que tuvo un fuerte dolor de estómago. Frente a la primera excusa, era muy sencillo cancelar la reunión antes de que los alcaldes estuviesen en Bogotá; frente a la segunda, si fuese verdad, algo grave se está ocultando sobre la salud del presidente.

La excusa de que el embajador de la OEA no estaba posesionado, para justificar la ausencia en la votación contra el régimen de Ortega en Nicaragua por perseguir a la iglesia, es deplorable. Había otros funcionarios de menor rango que están todavía en sus cargos y que hubiesen podido leer un mensaje. O, mejor, Petro o el canciller se hubiesen pronunciado. ¿Qué está tramando el presidente con Nicaragua que está disputándole aguas territoriales a Colombia? ¿El compadrazgo ideológico es más importante que el interés nacional?

 Para justificar la política de “igualdad”, el ministro de hacienda piensa que los colombianos que ganan 10 millones de pesos son ricos y que los que devengan entre 2.5 y 5 millones de pesos son de clase media y que, por tanto, tendrán que pagar un alto porcentaje de sus ingresos en impuestos. Se apoya en la clasificación del DANE, que todo el mundo sabe, no refleja la realidad económica de los colombianos. Son, además, el segmento que más impuestos paga, directos e indirectos, nacionales y locales. 

 Para criticar el manejo de la política industrial, afirmó, sin pudor, que ni siquiera en las instituciones del estado aparecía el nombre de “industria”, a sabiendas, por supuesto, de que existe el ministerio de comercio, industria y turismo y la superintendencia de industria y comercio

Podría continuar, pero cada lector puede hacer su propio ejercicio. Estamos entrando al imperio de la mentira como forma de gobierno. Todo que temer.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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