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Hernán González R.  

La globalización es la libre circulación de productos, informaciones, tecnologías, capitales, mano de obra y culturas a través de las fronteras de los países. Exige ella la interdependencia económica entre las naciones para que sus participantes obtengan elevados beneficios. Infortunadamente, los países en desarrollo no han participado en forma equitativa en tales beneficios durante los últimos 30 años.

La soberanía es la autoridad que residen en el pueblo y se ejerce por intermedio de las instituciones que representan al pueblo. Hijo protegido de las soberanías es el mercado libre doméstico -no el mundial- mercado en el cual se establecen los precios de los bienes y servicios entre los ciudadanos sin la intervención directa de los gobiernos.

Hace muchísimos años se practicaba el comercio entre los estados por medio de los pactos comerciales y por medio del contrabando. El libre comercio se apoya hoy en sofisticados tratados comerciales firmados por unos países que están convencidos de que la competencia global les rebajará sus precios y les elevará la variedad de ofertas a sus consumidores.

The General Agreement on Tariff and Trade of 1948 (GATT) fue reemplazado en 1995 por The World Trade Organization (WTO). Este último tratado ya no se aplicó solo a las tarifas, sino que amplió su alcance al establecer un sistema para resolver las disputas, esto, es lo dotaron de una inaccesible rama judicial para los países en desarrollo.

Afirman los grandes países ricos promotores de los Tratados de Libre Comercios (TLC) que estos acuerdos NO implican pérdidas de soberanía para los países en desarrollo, por ser ellos solo acuerdos para que las gentes compren y vendan. Pero las grandes migraciones de los desempleados desde los países pobres hacia los ricos nos demuestran que sí se han transferido demasiadas ventajas a la Globalización sobre las Soberanías.  

En otras palabras, las globalizaciones nos han creado dictaduras con poderosos actores invisibles al mando. Curiosamente, gracias a ellas no circula hoy la mano de obra libremente por las fronteras, pero en cambios, sí circulan con pocas restricciones: Los capitales, los productos, las tecnologías, las informaciones y la cultura.

Los TLC están siendo incentivados por los gobiernos por medio de las competencias desleales con sus monedas sobredevaluadas, con los subsidios directos e indirectos para sus exportadores, con los menores impuestos para estos y con la subfacturación de los servicios públicos para reducir los costos de producción de sus exportaciones.

Para numerosos colombianos, los TLC pueden y deben reformarse, tal como nos dieron ejemplo el presidente Donald Trump y el Congreso de Estados Unidos, al reformar sus acuerdos comerciales con China. Firmaron ellos los nuevos TLC con cantidades, calidades y precios perfectamente determinados con el fin de  eliminar las posibilidades de competencias desleales.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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