a) La nueva sociedad se basará en la alianza de grupos de extrema izquierda y criminales narcotraficantes de todos los pelambres -muchos de ellos postulantes al “perdón social”, mediante el cual se les otorgará poder político legal para sumarlos, de derecho, a la nueva oligarquía gobernante (en el sentido de que gente muy rica accede al poder central total por primera vez, a pesar de que algunos de sus integrantes son viejos oligarcas enquistados en la actual estructura). Esta nueva oligarquía ejercerá el monopolio de la producción y tráfico de la cocaína y el oro, hasta ahora ilegales, pero pronto legalizados, y será la cabeza de una extensa red, que seguirá sometiendo violentamente a los pequeños productores, amparada en la nueva legalidad que construyan.
Yo he defendido en esta columna que es necesario legalizar los cultivos de coca (y de marihuana) para la obtención de productos alimentarios, de salud y cosméticos, subsidiando a los productores pequeños hasta que se consoliden las empresas, la mayorá de ellas, conformadas por ellos mismos, que se encargarán de su transformación, y, simultáneamente, mantener la persecución a los fabricantes y comercializadores de estupefacientes. De esta manera se rompería el control brutal que tienen, sobre los campesinos, los grandes grupos narcotraficantes, que son los que van a negociar el “perdón social”.
b) Los nuevos ideólogos saben con Mao, que el poder nace del fusil. Por eso requieren la toma de las Fuerzas Armadas y de Policía, cambiando su doctrina, debilitándolas y haciéndoles perder su moral instaurando una administración hostil que las considera enemigas, disminuyendo su número y su presupuesto, y por tanto su presencia y su capacidad de combate. Procederá, entonces, a moldear las que necesita, modificando los mecanismos de ascenso para que el régimen cree sus generales de confianza, para poder manejarlos a su antojo y tener una Fuerzas de bolsillo que proteja al régimen. Basta mirar a Venezuela, done hoy su ejército tiene más de 2000 generales con privilegios de todo tipo, serviles y corruptos. Súmesele a lo anterior la iniciativa de los congresistas ex Farc, de crear guardias campesinas a lo largo y ancho del país, y la institucionalización de la Primera Línea al servicio del nuevo régimen y su nueva oligarquía. Si se cumple esta iniciativa estaremos ante fuerzas paramilitares de apoyo al gobierno y toda protesta será violentamente reprimida. Igual que en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
c) A nivel internacional estructurarán una alianza con Venezuela, cuya boliburguesía es socia de la nueva oligarquía colombiana en el narcotráfico, con Cuba, Nicaragua (¿perderemos los mares de San Andrés y el archipiélago mismo?), Perú, Bolivia, Argentina y México, integrándose al eje pro chino, pro ruso y pro iraní en el campo de la geopolítica mundial, dándole la espalda a USA.
d) La Ley contra el hambre. Por supuesto, los sectores más vulnerables tienen graves carencias alimentarias que deben ser objeto de la intervención del estado para subsanarlas. De hecho, el gobierno de Duque entregó millones de mercados a los colombianos más necesitados durante la pandemia y los comedores comunitarios se expandieron por todo el país, todo sin ningún tipo de contraprestación política. Pero la experiencia nos informa de qué se tratará con esta iniciativa: a imagen y semejanza de Cuba y Venezuela, la ley instaurará la bolsa de comida, que cambia comestibles de tercera por fidelidad al régimen, que controlará y manejará toda la operación, para hacer dependientes de la “misericordia” del estado a los ciudadanos, y de paso, facilitar el enriquecimiento ilícito del tipo que tuvo Alex Saab con las bolsas Clap en el país vecino.
e) Una “recuperación” de tierras, es decir, la nueva expropiación a punta de invasiones y comités de diálogo, con la lógica de que una vez que el ojo esté afuera, no hay Santa Lucía que valga; y con leyes que permitan cualquier despojo. Esto, junto con una reforma tributaria que ahogue la producción y la clase media, para hacer infinita y voraz la burocracia del estado.
f) Todo esto irá acompañado por un esfuerzo sin precedentes para ganarse la mente de la gente, especialmente la de los jóvenes. Habrá una verdad oficial sobre las causas y el desenvolvimiento del conflicto armado en boca de la Comisión de la Verdad, cuyo informe final se convertirá en la única versión admisible de la historia por parte de la nomenklatura y su aparato de agitación y propaganda (agipró, como suelen decir los burócratas del rancio Partido Comunista), impartida por docentes ideologizados y activistas, funcionarios, opinadores y redes sociales, desde el 7 de agosto, oficialistas. Parte esencial del discurso de la nueva oligarquía es el corrimiento de las líneas morales y cognitivas. Para ellos, toda falsedad está permitida, cualquier teoría sobre la realidad es válida sólo por provenir de nuestros ancestros, o, presentada como tal por los nuevos justicieros epistemológicos, independiente de que pueda ser refutada por los hechos.
g) Esta transformación se hará con la complicidad de los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical, la U, cuyos políticos profesionales son expertos en el cambio, acomodándose allí donde les garanticen contratos y prebendas, que son sus únicos principios. La dicha les alcanzará hasta cuando sean funcionales al gobierno de la nueva oligarquía, que será el momento en el que terminen la cooptación del estado, manejen las tres ramas del poder, las famosas ias (ya van por la Contraloría) y el poder electoral, para asegurar la reelección indefinida del partido único. Una vez alcanzados esos objetivos, recibirán el exilio, la cárcel y la deshonra como mermelada. Bien merecida, por cierto. Igual ocurrirá con los verdes de todos los tamaños, sabores y alcaldías. Porque la nueva oligarquía no olvida. Y todos llorarán sobre la leche derramada.
Ojalá me equivoque.