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Alfonso Monsalve Solórzano

Los videos publicados en la última edición de la Revista Semana muestran en toda su dimensión, no ya los alcances de la camaleónica propuesta petrista, que cambia al ritmo de las encuestas, sino la dimensión moral y ética pérfida que encarna.

Y no se trata de confundir el ser de la política con el deber ser de la filosofía práctica. No. No se necesita aplicar el imperativo moral kantiano, según el cual mi regla de conducta ha de ser tal que cualquiera, en idénticas o muy semejantes condiciones, pueda asumir; o el decálogo judeocristiano.

Sería lo deseable, pero aun si no se utilizan aquellas como norma de comportamiento político, es claro que sí hay unos mínimos de decencia que el político debe cumplir -como el respeto a la verdad, la prohibición de entrampar, de respetar las reglas de juego y no usar el chantaje al contrincante o a los electores o no manipular con amenazas a los ciudadanos - violados todos por la campaña petrista.

En efecto, antes de la aparición de los videos era claro que el candidato había amenazado con que, si pierde, no aceptará la derrota y volverá a las actividades de su juventud. Tampoco, ha condenado el proselitismo armado a su favor y ha guardado silencio cuando los estudiantes de alguna universidad declaran paro para presionar la victoria del PH. También es manifiesto que no duda en mentir, como cuando predica el amor y práctica el odio y que intenta vender por bueno un programa para hacer creer que se trata de un candidato moderado.

Pero los videos ponen en blanco y negro lo que los críticos al petrismo decían, pero muchos ciudadanos, en su buena fe, se negaban a creer. Ese es el caso cuando Clara López no tiene empacho en aseverar que se puede negar lo hecho y lo dicho y después argumentar cambio de opinión, en casos, como el Pacto de la Picota.

O cuando es palmario que se monta una campaña de difamación inventado perfiles y relaciones delictivas inexistentes (como hicieron con Uribe, Fico y Fajardo, como propone y hace el señor Barreras, entre otros) para crear rechazos viscerales destruyendo el buen nombre del adversario con montajes.

O como cuando se crea un plan B de comunicación, para utilizar usuarios inexistentes en bodegas de paniaguados, para degradar al contendor (como propone y ejecuta el tal señor Guanumen); o incluso, cuando se amenaza a un donador (Daes) con un titular de prensa en el que se lo expondría, si no hace lo que se le pide.

O como cuando se recurre a asesores como Vinicio Alvarado, condenado por corrupción y prófugo de la justicia ecuatoriana, o Xavier Vendrell, terrorista de la organización Terra Luire en Cataluña, señalada de cometer más de 200 atentados en España, según reseña la revista.

Podría continuar con la enumeración, pero cada lector puede hacerlo por su cuenta, porque hay muchos, infinitos, ejemplos.

Ese es el talante de Petro y su campaña. Para ellos, el fin justifica los medios. Pero no todo vale. Y como dicen las mamás, en el desayuno se ve lo que va a ser el almuerzo. ¿En verdad habrá algún colombiano, incluido el petrista no fanatizado por el culto a la personalidad del “caudillo”, que no sienta asco por lo que se está viendo?

Hay que arrebatar la palabra decencia a los corruptos inescrupulosos que han tenido el atrevimiento de llamarse “decentes”, bautizar a su lista al congreso, con Roy y Piedad Córdoba a la cabeza, como la la lista de la decencia, y de llamar a su pacto de la picota, pacto histórico.

Si los colombianos no reaccionamos ante semejante encrucijada, votando por Rodolfo Hernández, estaremos irremediablemente perdidos, por muchas décadas y generaciones. Hay que castigar a los malandros y defender nuestra democracia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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