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Margarita Restrepo    

Me duele lo que le ha sucedido a Luis Alfredo Ramos, un político decente, comprometido y con sólidas bases morales.

Desde siempre lo he visto como un caballero en el quehacer de la cosa pública. Sus intervenciones son ponderadas, sus planteamientos sensatos y serenos. Entiende a la política como la hermosa confrontación de las ideas donde se es duro a la hora de argumentar y suave y considerado con sus opositores.

En estos momentos en los que la política ha sido invadida por la ruindad de los insultos, los improperios, las calumnias y los señalamientos soeces, Luis Alfredo Ramos ha permanecido incólume con su estilo franco, directo pero respetuoso.

No es el primero y desafortunadamente no será el último uribista víctima del cartel de los falsos testigos. Con testimonios contradictorios, falaces se estructuró el proceso por el que fue condenado en primera instancia a finales de la semana pasada.

Quiero exaltar su carrera al servicio de los colombianos, pero particularmente de los antioqueños. Dio sus primeros pasos por la política sirviendo como concejal de su pueblo natal, Sonsón. De ahí pasó a la asamblea de Antioquia, antesala de su llegada al Congreso de la República donde ocupó curules en Cámara y Senado. En 2002 le correspondió el honor y la inmensa responsabilidad de ser presidente del Senado durante el primer y trascendental año del gobierno del presidente Uribe, donde se presentaron las reformas que necesitaba Colombia para su reactivación económica y social.

Fiel a su compromiso con Antioquia, en su mejor momento político sometió su nombre como candidato a la gobernación en las elecciones de 2007. Ganó con más del 44% de los votos, recibiendo un mandato fuerte otorgado por una ciudadanía que vio en él a la persona indicada para proyectar al departamento, cosa que efectivamente ocurrió.

Luis Alfredo tiene todas las condiciones para ser presidente de Colombia. Es un hombre al que le cabe el país en la cabeza. Su transparencia y profundo criterio son suficientes para verlo como un estadista de grandes quilates.

En 2013, cuando empezaba a gestarse ese maravilloso sueño que hoy se llama Centro Democrático, Ramos expresó su interés de correr por la candidatura uribista a la presidencia. No habían pasado muchas horas desde el anuncio, cuando cayó de la nada un llamado a indagatoria y su posterior orden de captura. Quedó así sepultada esa aspiración, perdiendo él y perdiendo Colombia a un gran candidato y, por qué no, a un inmejorable presidente de la República.

Confío en Luis Alfredo Ramos y guardo la esperanza de que en la segunda instancia, cuando con serenidad y reposo se revise el expediente, quedará establecida su inocencia para que él y su familia recuperen la tranquilidad y Colombia vuelva a tener a su disposición a un dirigente con grandes condiciones humanas.

Publicado en Columnistas Nacionales

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