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Alberto Velásquez Martínez

Seguro, ni siquiera la vida. Y en nuestros países comprendidos entre el Río Grande del norte con la Patagonia del Sur, sí que menos lo está. Son repúblicas regidas por Estados frágiles. Democracias débiles y gobiernos que manejan sus agendas como carta de menú.

La aparición del populismo ha sido un huracán que irrumpió en la región. Hay países que pasaron de los gobiernos totalitaristas militares de los años 50 del siglo XX al populismo del siglo XXI. En todo ese tiempo nunca lograron formar un sólido sistema democrático. La corrupción —que obtuvo patente de corso en matrimonio con la droga— se ha absorbido sus mejores fuerzas éticas y ha desintegrado y degradado a los partidos sobre los cuales alguna vez se fundamentaron los mandatos democráticos.

La democracia, decía en estos días la periodista española Cayetana Álvarez de Toledo, “es un tesoro frágil y sus enemigos trabajan día y noche para destruirla. Lo hacen en forma articulada y bien financiada”. Y como premonición exclamaba: “Los colombianos deben saber que una alianza reaccionaria internacional ha puesto a su país en la mira”.

¿Y quiénes componen este sindicato depredador? No lo dice Cayetana, pero es fácil deducirlo. Son los protagonistas, los agentes del desorden, aquellos sistemas que cayeron como aves de rapiña sobre Venezuela y que hoy la tienen sumida en la pobreza, en la corrupción, en el éxodo de sus habitantes, en la inestabilidad institucional. Los mismos que años antes gritaban a los cuatro vientos que la Cuba de los barbados castros cambiaría pronto, anuncios que llevan 60 años de fracasados.

Cayetana Álvarez recordó una verdad de a puño y que muchos columnistas hemos repetido hasta el cansancio: Que las diferencias políticas deben estar por debajo de los acuerdos sustanciales. Que hay principios comunes, como la libertad de opinión, el imperio de la Ley, el libre mercado, la seguridad jurídica, que los demócratas deben defender para evitar que el populismo llegue al poder. “Hace falta generosidad y visión de Estado, un verdadero patriotismo democrático”, para llevar a cabo esa empresa.

La politóloga española hace un llamado de atención a la clase empresarial. Pone de ejemplo la decadencia de España, debida en buena parte al comportamiento de muchos empresarios que “antepusieron sus intereses particulares a la defensa del orden constitucional y mantuvieron durante años una actitud burocrática, como si la democracia fuera una oposición, que una vez ganada se conserva para toda la vida”. Y remataba: “Los empresarios deben invertir en la defensa de la democracia”.

Colombia requiere formar un frente común para defender la democracia de ataques populistas. Recordemos que el país volvió a la normalidad institucional cuando se unieron para derrocar la dictadura militar, en 1957, el país político y el país nacional representado en los industriales, comerciantes, estudiantes, academia. Y esa democracia restaurada puede perderse si el acuerdo sobre lo fundamental, como decía Álvaro Gómez, no logran consagrarlo los que aún creen en el sistema democrático, “como el menos malo de los sistemas de gobierno conocidos”.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 03 de noviembre de 2021.

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