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Alberto Velásquez Martínez 

En el mundo americano no hay confianza en sus instituciones. Poco se cree en la aplicación y respeto por la justicia. Esta funciona con muletas cuando no condenada a moverse en silla de ruedas. Pocas veces llega oportunamente. Los países van cayendo en manos de gobiernos autocráticos, regidos por verdaderos déspotas que los disfrazan de legitimidades a través de elecciones fraudulentas.

Las democracias se muestran anémicas. Los populismos avanzan y ya no se conforman con quedarse en el sur del continente. Quieren escarpar por las paredes como plantas venenosas, aparentando democracia. Y se topan con organismos electorales que, dominados por las extremas izquierdas, se constituyen en sus cómplices y compadres.

La región está asfixiada por democracias débiles. “Estamos en un momento en que todo está muy fragmentado y los partidos políticos vueltos pedazos”, dice Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano. Y con razón. No es sino mirar a Colombia para darle la razón a Shifter, nación que se jacta de tener una de las democracias más antiguas y estables, pero donde la abundancia de partidos débiles y clientelizados contribuye a la formación anárquica de un Congreso que, como el que acaba de elegirse, va la caza de gabelas burocráticas y contratos como condición de apoyo a las iniciativas del próximo presidente de la República, que se elegirá en dos meses.

Agudiza más la desconfianza en la democracia real colombiana el papel que desempeña una Registraduría que utiliza métodos arcaicos que despiertan sospechas en el conteo y reconteo de votos, convirtiéndose las urnas en cubiletes mágicos. Con una Registraduría que no infunde confianza, no solo queda en vilo la legitimidad del sistema electoral, sino que se repite en la boca de la opinión publica el sabor amargo de las elecciones presidenciales de los años 70 y 78 del siglo pasado.

Insistimos con terquedad: el deterioro de las democracias en América Latina es evidente. La alta abstención le resta legitimidad al sistema. Hoy tenemos en la región una serie de gobiernos despóticos y populistas que han llegado al poder por el fracaso de los partidos políticos tradicionales. Estos, como se acaba de comprobar en las coaliciones remendadas que en Colombia acudieron el 13 de marzo a las urnas, no supieron abrirse a las exigencias de las nuevas generaciones. El éxodo hacia la izquierda ha sido la reacción. Ojalá por un milagro —hoy tan escaso en la humanidad— se logre aglutinar las fuerzas democráticas para enfrentar en las próximas elecciones presidenciales al populista que, según las encuestas, se proyecta hoy como el sucesor de Iván Duque.

América carece de seriedad en su sistema electoral, de partidos políticos consistentes y responsables. Es una región en la que cada vecino es un enemigo al acecho. Abundante en movimientos políticos extremistas que aspiran llegar al poder, ya no por las armas, sino por los votos multiplicados por los órganos electorales

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 23 de marzo de 2022.

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