Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza
En unas cortas vacaciones que tuve este fin de año me di a la tarea de leer el libro del general Mora sobre el proceso con las Farc. Actor privilegiado como que fuera uno de los negociadores principales en La Habana, el General con acierto tituló su testimonio como Los pecados de la paz. En un reflejo de aquello que más le dolió, Mora insiste en algunos puntos que vale la pena destacar:
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Chile iba aceleradamente a alcanzar un nivel alto de desarrollo. Es el país de Latinoamérica con el segundo menor índice de pobreza, el de menos desigualdad, el de mayor ingreso per cápita.
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La calidad de la educación pública es un desastre, sostuve en mi última columna con base en los resultados de las pruebas Saber y Pisa.
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He sostenido que la educación en nuestro país no cumple con su promesa de servir de escalera de ascenso social ni disminuye la desigualdad y que es indispensable cerrar las brechas existentes, en particular en la primera infancia y en las áreas rurales.
Rafael Nieto Loaiza
Sostuve en una columna anterior que el sistema educativo colombiano no disminuye la desigualdad y no prepara adecuadamente a los jóvenes ni para el empleo ni para el emprendimiento. Con excepciones que confirman la regla, no cumple sus tareas de asegurar el futuro económico del estudiante y de ser la escalera del ascenso social.
Rafael Nieto Loaiza
Cinco años del pacto de Santos con las Farc. No sobra recordar que ese pacto no es un tratado internacional. Las Farc no tenían ni tuvieron nunca la naturaleza de sujetos de derecho internacional con capacidad de celebrar tratados. El acuerdo fue solo eso, un pacto político entre un jefe de Gobierno y un grupo armado ilegal. Nada más. Tampoco está de más reiterar que, después de ser sometido a un plebiscito y ser rechazado por las mayorías, no era obligatorio ni siquiera para quienes lo firmaron. Desde entonces, tiene un insuperable déficit de legitimidad.
Rafael Nieto Loaiza
Colombia es un país de regiones, muy distintas las unas de las otras, que no puede entenderse ni gobernarse desde Bogotá. Hay que ir a la Colombia lejana, profunda, con muy pocos votos pero que en su realidad refleja de manera más aguda los más graves problemas del país.
Rafael Nieto Loaiza
La inseguridad no es asunto de percepción. Es una realidad. Lo muestran los datos: a junio de este año, se tenía cuenta de 6.220 homicidios y superaremos con mucho los 11.880 asesinatos del 2019; estamos inundados de coca y tenemos tres veces más cultivos de coca, la producción de cocaína aumentó un 8% hasta 1.228 toneladas y se produce 4.2 veces más cocaína que antes de la firma del pacto de Santos con las Farc y más que nunca en la historia; el clorhidrato de cocaína por hectárea cosechada pasó de 6,7 kg/ha en el 2019 a 7,9 kg/ha en el 2020; la erradicación manual voluntaria viene en picada y cayó de 6.765 has en 2019 a apenas 702 has el año pasado, un 90% menos; la tasa de homicidios en los municipios PDET fue de 44,3 por cada 100 mil habitantes y en los municipios PNIS fue de 57,9 muertes cada 100 mil habitantes, mayores un 190% y 259% respectivamente al promedio nacional.