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María Clara Ospina                                                                     

Hay tanto para ver en Galicia que debo limitarme a contarles lo más significativo de este recorrido, sin duda, Santiago de Compostela, cuya Catedral y la devoción que esta impone, jamás deja de sorprenderme.

A Santiago se viene a saludar al discípulo de Jesús, a Santiago de Zebedeo o Santiago el Mayor, como se conoce, o según sea nombrado en la lengua de cada país, al defensor de la Iglesia, quien se encuentra enterrado aquí, según lo dice la historia.

Aquí se viene a cumplir una promesa, a encontrar un camino, luego de haber recorrido otro, a sentir la fe, a presenciar la llegada de peregrinos de todos los confines del mundo, o, mejor aún, se viene como peregrino.

Tuvimos la suerte de llegar en domingo a la misa solemne de peregrinos del medio día. “No cabía un alma”. La emoción fue tangente cuando se mencionaron los grupos que habían llegado y que ese día “volaría” el botafumeiro. El botafumeiro es un enorme incensario de plata, quizá el más grande existente que cuelga del centro de la cúpula de la catedral; mide 1,50 metros de altura y pesa 62 Kg. y se llena con 400 gr. de incienso y carbón. Lo manejan con poleas 8 hombres, llamados los tiraboleiros, ataviados con su traje de Caballeros de Santiago, quienes lo suben, mecen y bajan, a gran velocidad, mientras despide una humareda perfumada de incienso. Mientras tanto, los dos órganos de la Catedral y el coro entonan hermosas alabanzas. Es un espectáculo sobrecogedor que ocurre solo en fechas especiales.

Esta ceremonia se inició en el siglo XII. Desde entonces el botafumeiro se ha zafado varias veces de sus ataduras, sin causar destrozos, heridos o muertos. Quizá la más conocida de ellas fue en 1499, cuando Catalina de Aragón asistía a una misa en su honor y el botafumeiro se zafó y “salió disparado”, como una bala de cañón, por la Puerta de Platerías.

Naturalmente, de esta Catedral hay mucho más que admirar, comenzando por el altar mayor cubierto por un baldaquín sostenido por unos magníficos ángeles dorados, además de su majestuosa fachada exterior con su gran escalinata, por donde suben los peregrinos a pronunciar su tradicional saludo “Santiago, aquí estoy” y el “Pórtico de la Gloria”, ¡totalmente emociónate!

En fin, puede uno pasar horas o días admirando y estudiando la Catedral, su museo, la Praza do Obradoiro, el Hostal de los Reyes Católicos, hoy Hotel, otras iglesias, museos, plazas, y callejuelas cubiertas por arcos de piedra.

Ahora, si de comer se trata, los mariscos y peces, frutos de las rías, como las vieras, zamburiñas, navajas, nécoras, almejas, mejillones, ostras, gambas, pulpo, diferentes cangrejos y peces, son considerados de los mejores del mundo, y los hay de todos los precios y preparaciones.

No perderse, el recorrido por las diferentes rías. Mi preferida, la de Vigo, donde también se encuentra Baiona, bellas y alegres poblaciones, plenas de historia y rodeadas de playa de arenas blancas.

En La Coruña, con sus fachadas decoradas con balcones de vidrio, vemos la Torre de Hércules, único faro de la antigüedad aún en uso, construido por el emperador Trajano, aun cuando la leyenda dice que fue construido por Hércules.  Se destaca aquí la Plaza de María Pita.

¡Bella Galicia! Mucho para recordar.

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