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Álvaro Ramírez González

Después de dos años de esta alocada rumba de desaciertos, derroche y decisiones contra cíclicas, es apenas natural que la economía colombiana esté viviendo las consecuencias.

Un fuerte guayabo, la resaca o la cruda como le dicen en otras latitudes o el mismo hangover de los gringos.

Un malestar generalizado en todo el cuerpo.

Empecemos por el principio.

Colombia tiene la tasa de tributación a la renta (35%) más alta de todos los países del OCDE.

La gran mayoría de los países del planeta tienen entre un 20 y un 25%.

Con esto quiero significar que el Estado Colombiano, no tiene más de donde tomar recursos.

¡No hay quien los pague!

Las equivocadas decisiones contra el petróleo el gas y la minería en general, principales generadores de recursos para el Estado, vía impuestos y regalías, se han visto en una clara y fuerte disminución de ingresos para el Gobierno de Gustavo Petro.

Eso es indiscutible.

Pero allí no está lo más grave de toda esta resaca que invade todas las esferas gubernamentales.

La animadversión de Petro contra todo el sector empresarial, reflejada por ejemplo en la inasistencia a todos sus asambleas y congresos, es todavía una causa más fuerte.

El desmantelamiento de las FFAA, ha facilitado la invasión de la delincuencia en campos y ciudades.

Hay pues un pesado ambiente de desmotivación empresarial que además se ha materializado en la dura caída de la inversión extranjera, pero también de la local.

La caída de la economía es la consecuencia de toda esta torre de Babel, en que se ha convertido el gobierno de Gustavo Petro.

Y qué tal la amenaza de una nueva explosión social, que no sería otra cosa que un ataque terrorista orquestado desde el palacio de Nariño y sin la intervención de las FFAA.

¿Qué tal la amenaza ultima de no pagar la deuda externa?

La deuda colombiana ha perdido categoría por las aseguradoras.

O sea, serán más caros los intereses.

Todas estas cosas han llevado a más de 4.500 empresas colombianas a meterse en la “ley de reestructuración administrativa y financiera”, que supone una cesación de pagos y de procesos legales de cobro.

Y un largo plazo para el pago de todas esas deudas.

Y eso es un grave perjuicio para toda la economía.

Las carteras de las empresas colombianas, que son parte de sus activos corrientes, no valen hoy mucho, porque en esta crisis, todos pueden cesar sus pagos y meterse al amparo de esa ley.

Es gravísimo.

Colombia tiene 1.7 millones de empresas según Confecámaras, y apenas el 0.4% del tejido empresarial está acogiéndose a esta figura.

Pero esa plaga no tiene vacuna y se va a expandir con velocidad astronómica.

Ya el Ministro Bonilla de Hacienda, está muy apurado por una autorización de un nuevo endeudamiento externo por US $ 16.000 millones, para empezar a tapar todos estos huecos fiscales.

Y van a comprar de nuevo a los congresistas para su aprobación, pues el gobierno ya está sintiendo la crisis en sus propias carnes.

El barco Petro, como el Titanic, hace agua y va a naufragar.

De eso no hay duda, pero el Jefe de Estado en su chifladura cree firmemente que la solución es quedarse en el poder por un tiempo más.

“La Revolución requiere más tiempo, para hacer las reformas sociales !”

“Porque no me han dejado gobernar!”

Petro sabe que en las urnas ningún candidato suyo tiene hoy la más mínima opción de ganar.

Y su reelección está claramente prohibida.

Entonces intenta con sus asesores españoles y sus abogados, encontrar un camino, que sin pasar por las urnas ni por la Constitución colombiana, le permita quedarse.

Y ese camino no existe.

Sería tal vez un golpe de Estado promovido y patrocinado desde el palacio de Nariño y respaldado por las debilitadas FFAA.

Lo berraco de esa hipótesis es que no hay quien nos defienda.

Todos los colombianos quedamos indefensos ante ese golpe.

No hay nadie que se oponga a esa “ficticia “, explosión social que sería en inicio de este golpe.

Solo así Petro podría apelar a un “estado de conmoción “, y desactivar al Congreso y a las Cortes, para completar ese golpe.

Y quedarse en el Palacio de Nariño, indefinidamente.

Ahí tienen Ustedes la fórmula para la instalación de la dictadura de Gustavo Petro, ya sin talanqueras legales ni constitucionales.

Y con las FFAA, y los bandidos todos de su lado.

¡Igual que en Venezuela!

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